Abortokracia
El aborto se ha convertido en algo más que dar el derecho a una mujer a decidir si quiere o no seguir adelante con la vida de su hijo. El aborto se ha convertido en algo más profundo que un mero derecho. En un estado como el nuestro hay «dogmas» que están por encima de cualquier tipo de ley. Multitudes se juntan para quemar fotos de gobernantes, y no pasa nada. Multitudes se juntan para intentar acabar con los principios de la constitución y no pasa nada. Sin embargo, unos cuantos centenares se unen para decir no al aborto, y se arma una muy grande. Se les acusa de fascistas, y se les etiqueta, en general con cualquier concepto que sirva para desprestigiarlos delante de la opinión pública.Parece que estos «dogmas» que están por encima de la ley, como es el del aborto, responden a un estado que no atiende a razones, sino a sensaciones, o por lo menos, razona tomando como guía «lo que sienten». Esto ha hecho que la civilización moderna en el fondo se haya hundido en las garras de la teocracia irracional de pueblos como el egipcio. En este tipo de civilizaciones hay cuestiones que están por encima de cualquier norma o ley, hay cuestiones que no se deben tocar, porque han sido rebeladas desde lo alto. Esto podría ser bueno, cuando lo rebelado, es conforme a la ley natural, y a la recta razón. En aquellas civilizaciones el deseo de los dioses estaba por encima de todo, en nuestra civilización lo que está por encima de todo es «lo que uno siente», y nadie puede legislar contra «lo que uno siente». Esto, el «lo que uno siente» es capaz de acabar con gobiernos, el «lo que uno siente» es capaz de empezar una guerra o de acabarla. Si eres capaz de controlar, porque tienes los medios de comunicación social en tus manos, lo que el pueblo siente, eres el que dirige, en el fondo, el rumbo de la patria.
Es catastrófico observar que al tomar como principio «lo que uno siente», sin ningún tipo de orden ni control, lo que se está logrando es levantar una nación poniendo como una de sus bases inquebrantables el aborto, la sangre de niños inocentes son una de las bases de esta civilización. El que abiertamente defiende el derecho a la vida en el ámbito político, es ridiculizado, es tiroteado con todo tipo de insultos.
Pero lo más triste, es ver a gente que a pesar de estar abiertamente en contra del aborto, por motivos que son obvios, decide usar su voto para ayudar a llegar al poder a partidos que son abiertamente abortistas, y cuando se les cuestiona sobra la razón por la cual hacen esto, hablan de voto útil, o de cuestiones económicas. Lo de siempre: Poder y dinero. Dos cuestiones que están, a los ojos de estas personas, por encima de la vida de una persona humana. Para solucionar esto es necesario entender el concepto de persona en toda su profundidad, como nos lo ensañaba el doctor angélico. Es necesario, llevar a la vida pública lo que sentimos, los que no sentimos como los que mandan.
Y lo que sentimos es que las bases de una civilización, de un pueblo, no pueden estar al arbitrio de las voluntades de unos cuantos (de tres o de cuatro, que son en el fondo los que interpretan lo que el pueblo quiere y siente). La mayoría de un pueblo no puede decidir democráticamente las bases que van a regir el pueblo, porque la mayoría es una realidad contingente, cambiante, cada época tiene mayorías diferentes. Por ello, las bases de los pueblos, de las civilizaciones se han de construir a partir de cuestiones que no sean contingentes, que no tengan un nacimiento y una muerte, las civilizaciones han de construirse sobre la verdad y el bien. Y a partir de ahi se puede elegir una forma de gobierno u otra. Pero no podemos poner como base de nuestra civilización una voluntad que va y viene. Lo que sentimos, lo tenemos que sentir en concordancia con la verdad y el bien.
Al no hacer así las cosas, como nos enseñaron los padres de la civilización griega, se puede acabar haciendo como vemos que está pasando ahora, que la muerte y la mentira, parecen haberse puesto en los tronos que dirigen la conciencia colectiva de todo un pueblo.
Señor, líbranos del mal, líbranos del aborto.
Marcos Vera Pérez
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