Un sacerdote que «hace lío» de verdad
Llegaron sin que nadie supiera a qué venían. Ayudaban a Misa, cantaban, rezaban, jugaban o tomaban una copa si hacía falta. ¿De dónde han salido? Se preguntaba la gente el primer año. Esta vez ya no. Se celebraba una Misa en el altar del Sepulcro por todos los difuntos de la Hermandad. La Semana Santa del pueblo ha sido un pilar indispensable para mantener la Fe de sus gentes durante muchos años. Una semana en que vuelven los que, con dolor, tuvieron que dejarlo todo y salir a buscar el pan de cada día. Lejos se casaron y se quedaron allí. Sus vidas han cambiado pero… siempre vuelven. A rezar, a ver a los suyos y, sobre todo, a enterrar a sus muertos, en la tierra que los vio nacer. Porque esa tierra fue parte de la Fe de nuestros padres, por la que muchos luchamos cada día en este nuestro pueblo, contra dificultades, inconvenientes, como todos, cada uno allá donde viva.
El sábado pasó entre ensayos y cantos con los ancianos de la Residencia María Perona, que está en el pueblo. ¡Qué felices los mayores, las trabajadoras, y algunos niños que nos acompañaron! Por la noche, rondaron a aquellas personas que nos habían dejado sus casas para hospedarlos. Fue precioso. Tuvimos que buscar a cada uno donde estuviera, porque NOS DEJARON LAS LLAVES DE CASA. Algo poco usual. Una velada variada y feliz.
Por la mañana del día siguiente, cantamos en Pinarejo, uno de los pueblos anejos, los cantos de la Misa, y a la salida; y después, a la Ermita de la Virgen del Amparo, patrona de Santa María del Campo Rus, para que sea ella la que nos lleve siempre a Jesús. Quisiera compartir con todos ustedes la homilía de aquel día:
Después de haber venido varias veces a ayudarnos a las Misas, a cantar, creo que es justo que alguna vez, os predique a vosotros, miembros de la Tuna de San Luis Gonzaga. No os alarméis porque están acostumbrados. Unas veces predico a los niños, otras a las mujeres, a los enfermos… Ellos no escucharán, será para vosotros solos.
Ayer, por teléfono, en uno de los viajes que vinisteis también, me decíais: Pero, Antonio Mª, ¿por qué? ¿Esto, por qué? ¿Por qué son así en este pueblo? ¿Por qué es tan difícil la amistad? ¿Por qué les cuesta tanto la confianza? ¿Por qué siempre piensan que les harán daño, que todo el mundo va a malas, que nadie puede hacer nada sin esperar nada a cambio? ¿No te parece muy raro? ¿No crees que es por algo?
Mirad: Hemos recibido mucho bien de mucha gente; nos habéis hecho mucho bien viniendo. Para vosotros es normal, para este pueblo no; porque quizás nadie en esta comarca haga 600 km sin cobrar un euro para tocar una guitarra; quizás también porque nadie lo habrá hecho por ellos y entonces les extraña. Es normal. Si tienen 30, 50, 70 años y todo el mundo que ha hecho algo ha cobrado…pues quizás es normal. Tampoco, quizás, han tenido la facilidad de nuestra fe. Para empezar solo tienen un cura y, si no les gusta tienen que coger el coche y hacer 30 km para encontrar otro. Vosotros habéis tenido 5 en el cole, 50 en Barcelona. Si no os gustaba una misa, pues ibais a otra; y si no os iba bien a las 10, pues ibais a la 1; y muchos habéis tenido un hermano cura, un primo sacerdote, dos tíos sacerdotes…aquí algunos los tienen, pero muy pocos. Quizás tampoco tuvieron la facilidad de nuestros trabajos, de saber que cada mes, cuando llegaba el día 30, catacrack, 1000 euros. Aquí no, ¿sabéis? Aquí hay años que ni mil ni 500 porque si los ajos no valen, lo siento. Pero los que ponen la mano, sí tienen, esos todos, valgan o no valgan. Es injusto? No lo sé, los hizo así, quizás es por eso, quizás no. Algunos no tuvieron un padre que supiera rezar, que, rezara con ellos como aquella niña que le dijo a aquella mamá que estaba enferma: “Papá no sabe rezar, mamá”. Y al papá que lo oyó, le dio vergüenza y aquella noche se aprendió las oraciones y al día siguiente le decía: “Ven niña, ven. Que hoy papa va a rezar contigo”.
Nuestros padres sabían rezar; cuando tengáis hijos, rezaréis con ellos; como ya los tienen los tunos que no han venido porque se casaron este año.
Os digo algo: Dadle gracias a Dios. Como dicen aquí: “no sabís lo que tenís”. En segundo lugar hay una canción que dice: ”no tuvieron una madre con un beso al despertar”. Aquí sí. En eso nos ganan, en el amor a la Virgen. Muchas veces fue el único hilo de Fe durante años en este pueblo: La Virgen del Amparo y la Semana Santa, la que nosotros no tenemos porque no somos capaces de parar los coches para sacar los santos. Aquí sí, a hombros.
Es verdad que a veces nos han faltado las madres. Pero, ¿sabéis qué pasa cuando viene alguien al velatorio, te pone el brazo en el hombro y te dice: ¿ cuenta conmigo? Que sabes que es para siempre. Quizás porque él tampoco tiene madre, quizás porque te conoce desde tu bautizo…
¿Pero sabéis qué es lo que más gozo da de vuestros cantos? Que cantáis porque sois amigos; no sois amigos porque cantáis. Muchos de vosotros ya lo erais antes. Aquí quizás nos faltan amigos, quizá nos faltan amigas. Quizá nos falta ver el bien en los que están alrededor. También dad gracias a Dios por eso.
Por último os digo: volved pronto, porque en las casas en las que habéis dormido están felices; porque en las calles han estado contentos, porque en el bar os han dado las gracias, quizás con una cerveza quizás con una sonrisa. Porque saben que como les cantáis a sus mujeres le cantáis a la Virgen. Con el mismo amor, con la misma fuerza, con las mismas ganas.
¡Que Dios os lo pague, mi tuna!
Y se fueron pronto. Había que volver a casa, a la Universidad, a los trabajos. Volverán pronto, agradecidos del hospedaje, de la compañía, y ¿por qué no? De la amistad.
¡Buen viaje y gracias por venir!
P. Antonio María Domenech
Deja un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?¡Deja tus comentarios!