Hoy hace un año, volvía de Roma, con un pequeño grupo de parroquianos, y me incorporaba a la tarea pastoral diaria con renovado entusiasmo. El conjunto de aquellos días, conseguir visitar, también, San Giovanni Rotondo, la tierra y el sepulcro del Padre Pío; la Santa Misa junto a San Pedro y a Juan Pablo II, la visita a las catacumbas y a San Pablo Extramuros, fue un conjunto maravilloso. Todo nos salió bien, madrugábamos, rezábamos, comíamos pizza, helado y a por otra cosa… ¡Qué regalo del Cielo! Hacía más de veinte años que no iba a Roma. Aquél viaje me cambió la vida. Volví con renovado entusiasmo, con la ilusión de transmitir esperanza a los demás, cada día, cada hora, cada minuto.
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