El gran don del Espíritu
Texto: «Virgen Inmaculada, danos mucho Espíritu Santo»
Comentario:
Puede sorprender un tanto el estilo coloquial del beato Manuel González pero en su inimitable lenguaje buscaba que todos los lectores le entendieran. Y en efecto, el contenido de esta petición está al alcance de todos. Nuestra vida espiritual se llama así porque es vida del Espíritu Santo que la anima, la sustenta y la guía. Desde el día de nuestro bautismo tomó posesión de nosotros como Huésped divino, y solamente se ausenta de un corazón cristiano cuando éste comete pecado grave, incompatible con el estado de gracia santificante en que vive habitualmente el justo.
¿Qué quiere expresar el beato Manuel González al pedir a la Virgen que nos consiga «mucho Espíritu Santo»? Su sentido es claro: que intensifique en nosotros su presencia y su influjo mediante la acción de sus dones. El Espíritu Santo es el nombre propio de la tercera persona de la Santísima Trinidad que viene representada por numerosos símbolos, entre ellos los siguientes: agua viva que brota del Corazón traspasado de Cristo; fuego que transforma cuanto toca; nube luminosa en la que se revela la gloria divina. Son bien patentes sus frutos: edifica, vitaliza y santifica a la Iglesia. Como Espíritu de Amor devuelve a los bautizados la semejanza divina perdida a causa del pecado, haciéndoles vivir en Cristo la vida misma de Dios unitrino. Por medio de los sacramentos, Cristo comunica su Espíritu a los miembros de su Cuerpo Místico. El Espíritu Santo es finalmente Maestro de oración ya que nos enseña qué hemos de pedir, y cómo hemos de pedirlo.
Pedir a la Virgen que nos alcance los dones del Espíritu Santo es el mejor camino para dejarse transformar interiormente en imagen viva de Cristo. María Madre nos capacita y nos prepara para recibir los dones del Espíritu Santo que tanto necesitamos en la vida cristiana rebosante de pruebas y peligros. Los dones nos ayuda a secundar las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino. Son necesarios para la perfección de las virtudes infusas. Debemos pedirlos para cumplir con fidelidad el propio estado y poder perseverar en nuestra amistad con Dios.
Nuestra celestial Intercesora, Templo y Sagrario del Espíritu Santo preparará nuestra morada interior para que resida en ella y la posea con plenitud, sin poner obstáculos por nuestra parte. Escuchemos esta admirable enseñanza del apóstol Pablo: «Los que se dejan guiar por Espíritu de Dios -es decir, el Espíritu Santo- ésos son hijos de Dios» (Rm 8,14)
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