La consagración mariana
Al abordar el tema de la consagración o entrega total a María, tocamos el núcleo más delicado y entrañable de la verdadera devoción a la Virgen. Para no pocos, la consagración se reduce a rezar una formula, y no pasan de ahí. Cometen, evidentemente un error, porque consagrarse a María equivale a renovar las promesas bautismales que tienen carácter vitalicio e irreversibles. Consagrarse a nuestra Señora con entrega total es sumamente importante si queremos vivir a fondo la devoción mariana con todas las consecuencias que lleva consigo.
Porque no se trata de habituales fórmulas piadosas, aunque la montfortiana destaca sobre todas, sino de vivir permanentemente en íntima comunión con nuestra Madre.
Ventajas espirituales de la consagración. El gran apóstol san Luis Mª Grignon de Montfort, en sus obras, tanto en El secreto de María, como en el Tratado de la verdadera devoción, expone ampliamente las grandes ventajas de estar consagrados a María, con todos los debidos requisitos de recta intención y humilde atención , pretendiendo tan sólo vivir la consagración y resaltando el amor filial imitativo que hizo exclamar al obispo Mons. Fulton Sheen: «Si la única acusación que nuestro Señor me hiciera el día del juicio fuese que había amado demasiado a su madre, me sentiría completamente feliz».
No se puede describir fácilmente el inmenso provecho que reciben las almas verdaderamente consagradas a la Virgen. El santo de Montfort lo resume diciendo que María es el molde perfecto que nos hace santos en Jesucristo. La consagración significa el mayor y el mejor encuentro con María Madre: «Una vez que se ha encontrado a María, y por María a Jesús y por Jesús a Dios Padre, se ha encontrado todo bien».
Admirable doctrina montfortiana. Sigamos al preclaro apóstol cuando escribe: «La consagración consiste en darse todo por entero, como esclavo -hijo- a María, y a Jesús por Ella, y además en hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María». Los comentaristas de esta fórmula, tan preciosa y densa, explican el sentido de las cuatro preposiciones: con, indica la compañía; en, el descanso; por, el medio; y para, el fin. Así pues obrar con María quiere decir hacer todas las acciones en compañía de la santísima Virgen tomándola como acabado Modelo de cuando se va a hacer. Obrar el María significa el recogimiento interior de la persona consagrada para formar en nuestro interior un retrato espiritual de la Virgen. Obrar por María expresa la firme actitud de acudir a Jesús poniendo a su Madre como Medianera. Y obrar para María, indica que todas nuestras acciones van dirigidas a su alabanza y honra como fin próximo; y para gloria de Dios como fin absolutamente último.
La consagración mariana supone el camino más fácil, breve, suave y seguro para lograr la santificación a la que está llamado todo cristiano. Los tres motivos que Montfort aduce en su rico tratado son los siguientes: consagrarse por entero al servicio de Dios, imitar el ejemplo de Jesucristo en su encarnación y vida oculta, así como sentirnos atraídos por el amor de María. En la consagración mariana, la Virgen ejerce sus funciones de mediación conduciendinos hacia Jesús, y de Madre espiritual y Guía infalible en el camino hacia Dios.
La consagración mariana además de alcanzarnos la gracia del puro amor de Dios y comunicarnos el espíritu de María nos transforma a imagen de Cristo, a quien tributamos así la mayor gloria de que somos capaces. Si ya estamos consagrados a la Virgen de manera efectiva y afectiva, intentemos vivir lo más intensamente posible esta consagración. Si no lo estamos, dispongámonos a ella mediante una etapa preparatoria que nos haga ser conscientes de su importancia para vivir la consagración bautismal.
Andrés Molina Prieto, pbro
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