Carta mes de mayo 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Os escribo esta carta pocas horas antes de que unos nuevos hermanos se consagren como Hijos de San José, estas consagraciones me dan pie a invitaros a vivir con profundadidad la ley del Evangelio, un mandamiento nuevo nos dió el Señor poco antes de subir a la cruz que os améis los unos a los otros como Él nos ha amado. El Señor resume la ley Evangelica con esta sentencia, que nos amemos como él nos ha amado. Analicemos cómo nos amó el Señor, con la finalidad de que nosotros, por la gracia de Dios, podamos amar a nuestros hermanos de esta misma manera.
Las Sagradas Escrituras nos desvelan la profundidad de este amor. Tomemos el Salmo 107 como refencia de este amor que Dios nos tiene. El salmo dice así:
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Díganlo los que el Señor ha salvado,
los que salvó del poder del enemigo,
los que reunió de entre los países
del norte y del sur,
del este y del oeste.
Andaban perdidos por el desierto arenoso,
sin hallar el camino a una ciudad donde vivir;
tenían hambre y sed,
¡estaban a punto de morir!
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los libró de la aflicción.
Después los puso en el buen camino
hacia una ciudad donde vivir.
Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
Pues él apaga la sed del sediento
y da abundante comida al hambriento.
Vivían en profunda oscuridad,
presos de la tristeza y las cadenas,
por rebelarse contra las órdenes del Señor,
por despreciar los planes del Altísimo.
Dios los sometió a duros trabajos;
tropezaban, y nadie los ayudaba.
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
los sacó de la profunda oscuridad
y los libró de las cadenas.
Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
¡Él hizo pedazos puertas de bronce!
¡Él hizo pedazos barras de hierro!
Enfermos y afligidos
por sus propias maldades y pecados,
no soportaban ningún alimento;
¡ya estaban a las puertas de la muerte!
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
envió su palabra, y los sanó;
¡los libró del sepulcro!
Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
Ofrézcanle sacrificios de gratitud
y hablen con alegría de sus actos.
Se hicieron a la mar los comerciantes.
Surcaron las aguas con sus barcos,
y allí, en alta mar, vieron
la creación maravillosa del Señor.
A la voz del Señor se desató una tormenta
que levantaba grandes olas;
eran lanzados hasta el cielo
y hundidos hasta el fondo del mar;
¡perdieron el valor ante el peligro!
Se tambaleaban como borrachos;
¡de nada les servía su pericia!
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los sacó de la aflicción;
convirtió en brisa la tempestad,
y las olas se calmaron.
Al ver tranquilas las olas, se alegraron,
y Dios los llevó hasta el puerto deseado.
Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
¡Aclámenlo al reunirse el pueblo!
¡Alábenlo en la reunión de ancianos!
El Señor convierte ríos y manantiales
en desiertos y tierras secas;
convierte tierras fértiles en salitrosas,
por la maldad de sus habitantes;
convierte desiertos en lagunas
y tierras secas en manantiales;
allí establece a los que tienen hambre,
y ellos construyen sus ciudades.
Siembran campos, plantan viñedos
y recogen cosechas abundantes.
Él los bendice, hace que aumenten
y que crezca el número de sus ganados.
Y si mueren y su número decrece
a causa de la opresión,
de la desgracia y el dolor,
Dios desprecia a los opresores
y los hace perderse en desiertos sin camino.
Él saca a los pobres de su tristeza;
¡hace crecer sus familias como rebaños!
Al ver esto, los hombres honrados se alegran,
y los malvados cierran la boca.
El que es inteligente,
debe tener esto en cuenta
y comprender el amor del Señor.
«Andaban perdidos por el desierto arenoso (…) Pero en su angustia clamaron al Señor, y él los libró de la aflicción»
Estábamos perdidos pero el Señor, por el Amor que nos tiene nos libra de nuestra aflicción. Estábamos perdidos porque vivíamos en el pecado que es la muerte del hombre. El pecado se había adueñado del mundo. Y en esa condición de pecadores el Señor vino a salvarnos. Cualquiera podría dar la vida por un justo, por un bueno, pero por un pecador pocos o ninguno darían la vida, sin embargo, el Señor, aún siendo todos pecadores murió por nosotros para mostrarnos el Amor que Dios nos tiene, y con su muerte y resurrección el Señor venció al pecado, venció a la muerte.
Todos los acontecimientos que suceden en esta vida, tienen un principio y un fin, solo hay un acontecimiento en la historia de la humanidad que se sale de esa regla, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, esos acontecimientos son para la eternidad. Y nosotros podemos salir de esa regla de acontecimientos que tienen principio y fin si somos capaces, por la gracia de Dios, de vivir pasando toda nuestra vida por la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Hacer esto es imposible, pero el Señor por su gracia nos permite, salir de esa linea de acontecimientos con principio y fin y configurarnos con el que padeció, murió y resucitó. El sacramento del Bautismo nos configura con Cristo de tal manera que, aúnque no fuimos nosotros los que padecimos en la pasión, no fuimos nosotros los que fuimos azotados, no fuimos nosotros los que fuimos coronados con corona de espinas, no fuimos nosotros los que fuimos crucificados, tampoco fuimos nosotros los que morimos y resucitamos al tercer día, sin embargo, por el bautismo, nos unimos de tal manera con Cristo, que el Señor nos mira como si hubiéramos sido nosotros los que padecimos y sufrimos la pasión y la muerte, la unión entre Cristo y nuestra alma es tan grande que Dios ve en nosotros al que resucitó.
Fijaos como nos ama el Señor, así tenemos que amar nosotros a nuestros hermanos. Dando la vida por ellos, hasta el extremo, hasta la sangre si fuera necesario, como Cristo el Señor. Mirad estas máximas:
Si sólo amamos a los buenos, no amamos como Cristo nos amó. Pues él ha venido a dar la vida por las ovejas perdidas, los sanos no necesitan de médico.
Si sólo amamos a los malos que no me hayan hecho daño a mi o a los mios, no amamos como Cristo nos amó.
Si sólo amamos cuando nos va bien, cuando me encuentro bien conmigo mismo, no amamos como Cristo nos amó.
Si el amor que tenemos al hermano nos mueve a darle de comer, pero no a mostrarle la fe que tenemos, la fe en Cristo y su Iglesia, no amamos como Cristo nos amó.
Si amamos al hermano y no oramos, no amamos como Cristo nos amo.
Si amamos al hermano y no nos sacrificamos por ese amor, no amamos como Cristo nos amo.
Si amamos al hermano y a sus espaldas hablamos mal de él, no amamos como Cristo nos amo.
Si amamos al hermano y deshechamos la ley de Dios, no la obedecemos, no amamos como Cristo nos amo.
Amaos los unos a los otros, como Cristo nos ha amado, pero pensad una cosa, el primer fruto de la humildad es el amor. La humildad es un campo que debemos cultivar, el primer fruto que nace en ese campo de la humildad es el Amor de Dios. Si no hay una sincera humildad nunca podremos tener verdadero amor. La primera virtud que tenéis que cultivar es esa, la virtud de la humildad, los frutos serán patentes, el verdadero amor.
2. «Enfermos y afligidos por sus propias maldades y pecados, no soportaban ningún alimento; (…) y él los salvó de la aflicción; envió su palabra, y los sanó; los libró del sepulcro!
El Señor ve nuestras propias maldades y pecados, ve nuestras miserias y nos da su palabra para sanarnos. Los hombres vivimos en tres tipos de miseria de la que el Señor por su gracia nos puede salvar.
La miseria material. La miseria material es aquella por la que decimos que nos falta lo necesario para comer, para vivir, incluso para la educación. De esta miseria el Señor nos da muestras de su constante Providencia para librarnos de ella. Pocas veces nos falta lo necesario para poder alimentarnos, sin embargo hay muchos hermanos nuestros que están en una situación que les falta lo necesario para vivir. Nosotros tenemos que colaborar con Dios, nuestro Señor, en esta obra de de la caridad a aquellos que viven en una miseria material. Seamos instrumentos de la Providencia Divina. Seamos trabajadores sumisos y humildes del Amor de Dios entre nuestros hermanos más necesitados.
La miseria moral. Son muchos los que viven esclavos de la miseria moral. La Pronografía, el juego, las drogas, son algunas de las lacras de nuestro mundo moderno, que vacía de significado las vidas de nuestros hermanos, hasta sumirlos en la miseria moral más profunda. Recientemente un famoso político ha dicho en el Parlamento Europeo que el acceso a la pornografia es uno de los grandes logros de la Unión Europea. Fijaos en la diferencia entre los que se han constituidos dueños de este mundo y el verdadero Rey de Reyes, ellos llaman «logro» a lo que Él llama miseria. Por esta miseria nos convertimos en esclavos del vicio y del pecado. Las consecuencias de este tipo de miseria en el alma humana son muy graves, fijaos las palabras del Papa Francisco: «¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente». Nosotros debemos colaborar con Dios para llevar una esperanza a estas personas. No nos podemos quedar con los brazos cruzados mientras hay gente que esta viviendo un «suicidio incipiente», que están viviendo en una profunda desesperación.
La miseria espiritual. La miseria moral suele desembocar en una miseria espiritual «que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera. El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!» (Su Santidad Francisco) Estos viven su vida pensando que «en última instancia, una vida no es más que la suma de hechos contingentes, una crónica de intersecciones casuales, de azares, de sucesos fortuitos que no revelan nada más que su propia falta de propósito» (Paul Auster).
Si sólo amamos a los que son de nuestro mismo nivel económico, no amamos como Cristo nos amó.
Si no amamos y rechazamos a aquellos que viven angustiados, por la pornografía, el juego y las drogas, no amamos como Cristo nos amó.
Si no amamos a los que viven pensando que no necesitan aa Dios, no amamos como Cristo nos amó.
AMAR A ESTOS NO HA DE SIGNIFICAR NUNCA BENDECIR SU ACTUACIÓN, Y NUESTRO PROPÓSITO DEBE SER ACERCARLOS A DIOS.
Estimados hermanos, me gustaría poder escribiros un poco más sobre el amor que Dios nos tiene. Recordad estas tres cosas que nos ayudarán a llegar a ese Amor:
1º Humildad.
2º Humildad.
3º Humildad.
Marcos Vera Pérez
presidente Hijos de San José
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