Le escribo desde la puerta del Cielo
Pocas semanas después de mi llegada al nuevo destino que me ha encomendado el Sr. Obispo de Cuenca, Santa María del Campo Rus, ha incrementado el número de entierros al mes, al que estaba acostumbrado. El pueblo, ha recibido con alegría, dentro de lo que puede uno alegrarse en circunstancias tan difíciles como la muerte, que el párroco les acompañe al cementerio. Aquí no había costumbre… pero el rezo del Rosario por las calles del pueblo, se ha convertido en una muestra de Fe y respeto por parte de todos los que suelen acompañarnos, que son muchos.
Aquí les adjunto la homilía del entierro de Palmiro, que su familia agradeció y dio permiso para su publicación. El Señor se lo pague a todos ellos.
Querida familia, querida Isabel, Pablo, Julián, Mari, Celestino, Jose y Antonio.
Ayer celebraba unas bodas de plata dando gracias a Dios de tantos buenos recuerdos vividos en familia. Creo que, aunque sea un entierro, hoy podemos dar gracias a Dios por muchas cosas. No lo he hecho nunca, pero como conozco poco del pueblo he querido que hoy, en lugar de hablaros yo, nos hable Palmiro… Y como te escribía desde Melilla, siendo regular, aquí te envío sus letras.
Puerta del Reino de los Cielos
Anochecer del 24 de noviembre de 2012
Querido D. Antonio:
Le escribo desde la puerta del Cielo, donde me he encontrado casi sin quererlo, como de golpe. Aquí están de fiesta porque es Cristo Rey, y me han pedido que espere un poco en la puerta mientras alguien me atiende.
Ya sé que casi no me conoce, por eso he pensado en contarle algo. Ya sé que le gusta que le llamen P. Antonio María, porque dice que quiere mucho a la Virgen; pero mire, en Santa María, no hace falta que nos hable de amor a la Virgen, porque le llevamos ventaja. La Virgen del Amparo ha sido para mí y es para todo el pueblo, lo primero en cada casa, en cada familia, aun incluso en muchos de los que están fuera. No lo dude.
Mire, nací en una familia numerosa y tuve cinco hijos. Ha sido una alegría grande para todos, ser tantos. Dígale a nuestros nietos que sean generosos, que no piensen solamente en ellos mismos y que traigan hijos al mundo. ¡Qué alegría el veros a todos en la Iglesia rezando por mí! Gracias por venir de tan lejos.
Le podría contar, Padre, tantas historias de mi numerosa familia. Ahora dicen que los tiempos son malos, pero los nuestros eran peores. Mi mujer se quedó sin madre joven, y tuvo a Antonio ya mayor… y sabe, ahora todos son una alegría, y entre todos nos ayudamos.
Se acabó el trabajo en el pueblo, y nos fuimos a Formentera. Yo había sido pastor, mi hermano Pablo era el mayoral… y tendría usted que haberme visto ¡montar en barco! En fin, que después fuimos a Torrejón, donde estaba mi hermana María; si mis padres Vicente y Antonia sólo hubiesen tenido dos hijos, María no existiría porque era la tercera, después de Manuel y Antonio, y … yo tampoco.
Mis hijos, ya los irá conociendo, no tenga usted prisa, porque cuatro están fuera, pero no hay mejor corazón en esa tierra… ¡claro, qué va a decir su padre! Pues su padre les dice que gracias, que he sido muy feliz. Que todavía me acuerdo cuando la Isabel venía a verme al ventanillo, que estuvimos mucho de novios, y que es una alegría cuando nos juntamos en el pueblo. Que la traigan los fines de semana, que gracias a Reme por levantarme del suelo, (la verdad es que hemos sido muy grandes) mi hermano Parruto, yo mismo… ya verá usted qué grande es la gente de Santa María.
Que no se olviden de rezar por mí, que gracias a Juli, que me he ido sin decírselo, y que ahora cante usted por las calles y cuente chistes, porque yo ya no lo podré hacer…
Y otra cosa, dé las gracias de mi parte a todos por venir al entierro, que me digan alguna Misa, pero mejor todavía, que vayan a Misa, que eso no significa ser bueno, pero ayuda, ¡sabe! Y más ahora, en estos momentos, y que tengo que dejarle, porque dicen que viene la Virgen del Amparo a preguntarme… No sé qué querrá decirme, si me pregunta si usted quiere venirse ya, ¿qué le digo? Que lo deje ahora en el pueblo y que le ayude, eso le voy a decir; y que ayude a mi Isabel, y a la Posada, (a usted le gusta ir por allí, ¡eh! Que yo ya lo sé) y que ayude a todo el pueblo, que aumente la Fe en la resurrección, que les dé a todos consuelo, y que estoy bien. Muy bien.
Y si me pregunta que cómo me he portado en la vida, le diré que la he querido mucho, que he ayudao en lo que he podido, y que si su Hijo era pastor, que me deje pasar, que yo también lo fui. Y me gustó más ser pastor, Buen pastor, que el hotel y Torrejón.
Un abrazo Padre, y no se olvide de echarme una bendición. ¡Ah! Y gracias por enviarme al capellán del hospital. Muy majete, aunque no le pude decir ná…
P. D. Quite usted el pésame, le da a la gente las gracias y con eso basta, que está mi Isabel cansá y mis hijos también.
Fdo: El Pichi
P. Antonio María Domenech, mcr
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