Mejor morir, que vivir sin ser todo de María
Vio la liz el 31 de enero de 1673 en la ciudad bretona de Montfort-le-Cane (Francia), en el seno de una numerosísima familia. Todavía adolescente, se trasladó a Rennes para seguir estudios humanísticos y filosóficos en el Colegio jusuítico de Santo Tomás Becket. Ingresó después en el seminario parisino de San Sulpicio, ordenándose sacerdote el año 1700 tras una experiencia misionera en Nantes. El Papa Clemente XI le concedió el titulo de «Misionero Apostólico» que le capacitaba para predicar libremente en Francia sin trabas ni penosas servidumbres.La expresión más completa de su método misionero se encuentra en las «Reglas de los sacerdotes misioneros de la Compañía de María», si acariciada fundación entre otras felices iniciativas. Pero el santo Montfort se nos muestra sobre todo como un fidelísimo devoto de nuestra Señora e inmenso apóstol de la devoción mariana. En su «Oración abrasadora» suplica al Señor con vivísimos anhelos: «Acuérdate de dar a tu Madre una nueva compañía para renovarlo todo». Nos legó una verdadera obra maestra: «Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María», que ha influido poderosamente en la formación espiritual de numerosos santos y personalidades religiosas, entre ellas Juan Pablo II quien se declara tributario del heroico misionero francés y a quien cita en su encíclica «Redemptoris Mater»
El Papa hace suya la fórmula montfortiana de consagración a Cristo por medio de la Virgen María para vivir fielmente las promesas bautismales. Como compendio o resumen escribió el opúsculo «El secreto de María» cuyo título se toma de la expresión empleada: «¡Feliz una y mil veces aquel a quien el Espíritu Santo descubre el secreto de María para que lo conozca». El autor defiende y expone la urgencia de la consagración a María en una relación de amor, identificación y total disponibilidad. Su argumentación es bien sencilla: «Dios nos llama a todos a la santidad. Pero para ello es indispensable la gracia que no podemos encontrar sin la mediación de María».
Es sobradamente conocido que el santo de Montfort promovió la consagración a la Virgen como medio eficacísimo e incomparable de vivir consagrados a Jesús. Por eso proclamaba que la genuina devoción «consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella. Y además en hacer todas las cosas por María, en María y para María». Se pretende así que el alma en su interior dependa y sea esclava por amor de la Santísima Virgen y de Jesús, por Ella, de tal modo que san Luis María prorrumpe en esta admirable afirmación: «Mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Y suplica insistentemente: «¡Oh Espiritu Santo! Dadme mucha devoción y mucha afición a María».
Hallar a María, vivir en su compañía, asimilar su espíritu e imitar sus virtudes, equivale a encontrar la perla preciosa del Evangelio. Merece la pena venderlo y sacrificarlo todo a fin de «perdernos dichosamente en Ella para hallar a Dios solo». San Luis María nos enseña la verdadera vida mística mariana y la creciente configuración con Jesucristo.
Andrés Molina prieto, pbro
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