Es verdad que todos podemos hacer oración, justos y pecadores, pero también es verdad que, aunque el estado de gracia no es necesario para orar, la oración de los santos que viven en gracia de Dios tiene más valor, porque es la oración de los hijos de Dios, miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo. En la oración debemos pedir, antes que nada, los dones sobrenaturales que necesitamos para nuestra santificación; después los bienes temporales que necesitamos en orden a nuestra salvación eterna. Dice el Señor: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). También podemos pedir los bienes temporales, como el pan de cada día, pero siempre subordinados a los bienes sobrenaturales.
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