Padre alba: «La fe es el fundamento sobre el que se edifica la vida espiritual»
La fe es la adhesión de nuestro entendimiento a la verdad de Dios por ser el mismo Dios el que nos enseña esa verdad. Esa adhesión de nuestro entendimiento a la verdad de Dios está dirigida y ayudada por la gracia sobrenatural que ilumina nuestra inteligencia y mueve nuestra voluntad.
La fe no es intuición ni visión, sino simple y sencilla aceptación de lo que no se ve y a veces ni se entiende, pero se acepta libre y razonablemente, pues no hay motivo superior para abrazarnos con la verdad que el que sea el mismo Dios, suma Verdad y bondad el que nos enseña. La fe es libre, pues en nosotros está poderla rechazar; es sobrenatural porque procede de la gracia divina; es meritoria por ser un acto humano imperado por la voluntad, perfectísimo.
La fe es el fundamento sobre el que se ha de edificar el edificio de la vida espiritual y la santidad verdadera. Por la fe se sustenta el alma y el árbol de la vida espiritual florece con flores de virtudes y frutos de vida eterna. La fe es como la savia de Dios que vivifica nuestra inteligencia y de allí se reparte a toda la vida del alma. La santidad está en razón directa al arraigo de la fe en el alma.
La fe se practica y se conserva por la oración. Todos los que dicen que han perdido la fe es que dejaron de orar. La fe debe ilustrarse con el estudio, sobre todo de la Sagrada Escritura y de las enseñanzas de la Iglesia y escritos de los Santos. Es una necesidad imperiosa en nuestros días el cultivo del entendimiento con el estudio y la lectura asidua de las cosas de nuestra Religión. De otra forma no seremos luz de los demás.
Pero sobre todo, debemos hacer repetidos actos de fe. San juan Berchmans se gozaba todos los días en recitar despaciosamente el Credo, como la respiración de su alma, poseída de Dios. Cuando nos sintamos tentados contra la virtud de la fe, hemos de vencer la tentación con repetidos actos de fe y en las dudas que pueden presentársenos hay que estudiar, consultar y orar.
Ayudará mucho a conservar la fe y crecer en ella, procurar vivir en humildad y santo temor de Dios. Por la soberbia intelectual muchos perdieron la fe. El santo temor de Dios nos apartará de las ocasiones y peligros en los que la fe pueda naufragar, como son las malas lecturas, las malas amistades con hombres sin fe, los malos espectáculos de hombres que viven sin fe, las complacencias en costumbres, modas y emisiones de TV., en los que está ausente la visión sobrenatural que no da la fe. Así, insensiblemente, se va debilitando la fe y acaba por perderse de una forma práctica.
El mundo se hizo de salvaje humanos y de humano divino por la fe que nos mereció nuestro Señor Jesucristo. Al apartarse de esa fe salvífica, el mundo está recorriendo el camino inverso de su desmoronamiento: ha querido ser simplemente humano y se está convirtiendo en salvaje. La conversión del mundo y el reinado de los Sagrados Corazones se verificará por una irrupción de fe en las inteligencias de los hombres como no se había producido nunca en tan gran escala. La conversión de Rusia, la conversión de Israel, arrastrará la conversión del mundo pagano y la reconversión del mundo occidental podrido de materialismo. En Fátima, la Santísima Virgen nos enseñó a pensar e estas cosas y nos dijo que repitiéramos frecuentemente la oración: “Creo, adoro, espero y os amo; os pido por lo que no creen, ni espera, ni aman”. En las comuniones, en las visitas al Santísimo, en los momentos de soledad al actuar la presencia de Dios, debemos repetir esa oración. Estamos trabajando por la conversión del mundo.
P. José María Alba Cereceda, SJ
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