Carta mes de junio de 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Os escribo este mes de manera especial para daros las gracias por todas vuestras oraciones y sacrificios hechos por la visita del Cardenal Raymond Leo Burke a Barcelona los pasados 23, 24 y 25 de mayo. El cardenal se llevó una buena imagen de su visita a Barcelona y nos agradeció de todo corazón la invitación a Barcelona. Sin embargo, no debemos olvidar nuestro camino, que son los más desfavorecidos de las calles, son las familias que peor lo están pasando, son los cristos crucificados en el abandono y en la soledad, los cristos crucificados en la drogadicción, en el alcoholismo, en la mundanidad. Ellos llaman a nuestra puerta pidiendo socorro, pero no vienen únicamente en busca del pan material, sino, sobre todo del pan de la fe, del pan de la esperanza, del pan del amor.
El valor de estas almas es incalculable, son el tesoro más grande que Dios nos ha dado, muchas veces vivimos tan llenos de nuestra individualidad que nos olvidamos que son muchos hermanos los que sufren y padecen. ¡Cuántas almas debemos acercar a Dios mientras nosotros estamos con nuestras cosas, con nuestros problemas! El individualismo que sufrimos nos hace ver, como una escena típica de este mundo, la pobreza, y nos hace ver a los pobres que viven en las calles como algo normal. Y en el fondo de nuestro corazón quizá los miramos con superioridad y pensamos: “si están así, algo habrán hecho”. Realmente no vemos a un hermano, a un cristo roto. Esa no es la actitud del Cristo, esa no es la enseñanza de la Iglesia.
Hemos de pensar hermanos, queridos hijos de San José, que es Él quien quiere que nos ocupemos de los pobres, acordaos de las palabras del Señor a los apóstoles “dadles vosotros de comer”. Y nuestra excusa brota al momento, “no son mi problema son el problema de los políticos”. Cuantas veces encontramos una excusa para despreciar al otro, porque es un pesado, porque no me cae bien, porque es tonto, porque es un mentiroso, porque me traiciona, porque yo perdono, pero no olvido. Si Dios llevara cuenta de todos nuestros pecados, y no nos perdonara, que pocos entrarían en el Reino de los Cielos, sin embargo, el trato que damos nosotros a nuestros semejantes, no es el trato que el Señor tiene con nosotros, sin embargo, Él es el único que tiene razones verdadera para actuar así con nosotros, sin embargo, insisto, no lo hace. Cuando pecamos, Él siempre está dispuesto a perdonar y a olvidar, sólo nos pide que nos acerquemos al sacramento de la penitencia, del perdón de los pecados. Queridos Hijos de San José, desterremos de una vez por todas este individualismo que habita en nuestra almas, hemos de entregarnos al Señor y a su Obra.
Algunos pensaréis ahora “tengo que dejarlo todo, para servir al Señor y su Obra” y os pido que no vayáis tan rápido, que no es así, que el Señor quiere que lo llevéis a Él a todos y cada uno de los rincones del mundo, es cierto, pero primero quiere que lo llevéis a todos y a cada uno de los rincones de vuestra casa, de vuestro trabajo, de vuestros amigos, el Señor, en definitiva, quiere que lo llevéis a cada uno de los rincones de vuestra alma. ¿Seremos capaces de tal cosa? O por el contrario seguiremos viviendo en nosotros mismos, olvidándonos del mandato del Señor “Dadles vosotros de comer”.
Si a nuestros hermanos únicamente tuviéramos que darles de comer el pan material lo tendríamos relativamente fácil, sólo hace falta tenerlo para poder darlo, sin embargo, no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca del Señor, es por ello, que no sólo debemos dar el pan material, sino, como os decía antes, el pan de la fe, el pan de la esperanza, el pan de la caridad, y así como no podemos dar pan material sino lo tenemos, tampoco podemos dar de este pan sino lo tenemos, así que como niños insistentes rezad a Dios “Danos hoy nuestro pan de cada día”, que nos lo de hoy, porque hemos de compartirlo con ellos, con los necesitados.
El día que olvidemos esta verdad, el día que pensemos que sólo tenemos que dar el pan material ese día dejaremos de existir, ese día habrán muerto los Jóvenes de San José, ese día habrán muerto los Hijos de San José. Si algún día empezamos a trabajar como si fuéramos meramente trabajadores sociales, ese día habremos cambiado de Señor, y estaremos trabajando para el mundo, pero no, para el Reino de los Cielos. Hermanos, si queremos llevarle a los demás la alegría del cielo, hemos de vivir ya en el cielo, recordad la enseñanza de la Iglesia, que nos dice que la Santa Misa es el cielo en la tierra, podríamos pensar que es un pedacito del cielo en la tierra, y no es así, la Santa Misa es el cielo entero en la tierra, acerquémonos y busquemos a Cristo. Y no dejemos de preguntarle: ¿Señor con cuánto amor me amas? Una y otra vez, preguntadle esto, ¿Señor con cuánto amor me amas? y el os mostrará las llagas de sus manos, las de sus pies, y la de su costado, “te amo hasta dar la vida por ti”, y después volvedle a preguntar a Dios: ¿Señor con cuanto amor he de amar a mi hermano?, el Señor te volverá a enseñar las llagas de su costado, y de sus pies y sus manos, y te contestará “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”
Hoy deseo acabar esta carta con unos versos de Santa Teresa de Jesús, cuando los leáis habéis de entender la grandeza de vuestra alma, y la de esos hermanos nuestros necesitados, que viven en la calle, es un tesoro muy grande el que tenemos entre manos, no hablamos de dinero, o de propiedades (¡y hay que ver con qué fuerza defendemos estos!) y sin embargo despreciamos a nuestros hermanos, que son morada de Dios, templo del Espíritu Santo.
El alma es como un castillo
todo un diamante o muy claro cristal
en donde hay muchos aposentos
así como en el cielo hay
muchas moradas.
En el centro y mitad está
la más importante
que es donde pasan
las cosas de mayor secreto
entre Dios y el alma.
El alma es un castillo
donde mora Dios.
El alma es de cristal,
Castillo luminoso perla oriental,
palacio real con inmensas moradas centro y midad
esta en medio del alma la principal.
En ella pasan las cosas más secretas de Dios y el alma.
Es de cristal, castillo luminoso, perla oriental.
Mira que estoy a la puerta llamando
Si alguno me oye y me abre entraré
y cenaremos juntos,
le comunicaré todos mis secretos
Amén, maranatha, ven Señor Jesús,
Tengo la puerta abierta para ti.
El alma es de cristal
castillo luminoso perla oriental,
palacio real con inmensas moradas
centro y mitad esta en medio del alma la principal.
En ella habita, el rey que da a la esposa, vida infinita,
es de cristal, castillo luminoso perla oriental.
Hay una fuente
y el árbol de la vida
y Dios viviente,
es de cristal, castillo luminoso, perla oriental
Vi bajar del cielo,
de junto a Dios
a la Ciudad Santa
la nueva Jerusalén,
ataviada como una novia
que se adorna
para su esposo Jesucristo.
Esta es la morada de Dios con los hombres
brillaba como una piedra preciosísima
parecida a jaspe claro como cristal.
Y las calles y la plaza
de la ciudad
son de oro puro
como vidrio transparente
y toda la ciudad.
Marcos Vera Pérez
Presidente de Hijos de San José
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