Carta mes de noviembre de 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Me dirijo en este mes de noviembre a todos vosotros con la alegría de la fe, con la alegría de sabernos hermanos en Cristo. Dejamos atrás el mes de octubre, en el que nuestro hermano, Ignasi Casas, junto con Josep Mª Ortiz marcharon a Perú para servir a Cristo durante un año en aquellas tierras. El sacrificio que han realizado estos chicos de dejar a su familias, a sus amigos, dejar incluso las salidas de reparto de alimentos, y dejar su estilo de vida, sus compañías, para viajar a un país lejano, y servir a Cristo, está dando frutos abundantes en nuestra asociación, el sacrificio de estos hermanos está sirviendo como bendición de Dios a todos nosotros. Este sacrificio que han realizado nuestros hermanos me lleva a hablaros hoy de la humildad, nuevamente.
En alguna otra carta os he hablado de la humildad, una virtud indispensable para que nazca el amor en el alma, pero esta virtud es inseparable de otra, la mortificación, el sacrificio. Humildad y Mortificación van de la mano, como dos hermanas, y no es posible separarlas. Si esta personas es humilde, será mortificada, y al revés, si percibimos que este hermano es mortificado, será humilde.
Nos hemos acostumbrado a no pensar. Nos han convertido en “hombres pantalla”, una pantalla, de cine, por ejemplo, es totalmente blanca, no tiene nada, no tiene figuras, no tiene colores, no tiene personalidad, sin embargo, cuando se proyecta en esa pantalla una película, la lona blanca, se ilumina y empieza la belleza del cine. Y los “hombres pantalla” son igual, no tienen criterios propios, no tienen pensamiento propio, nos han quitado lo más profundo de nuestro ser, nos han robado la mente y el corazón, y han proyectado en nosotros unos sentimientos, unas formas de pensamiento, que vienen de fuera, que no brotan de nuestra naturaleza humana. Al igual que la pantalla, han intentado hacer en nosotros hombres sobre los que poder proyectar lo que alguien desde fuera quiera proyectar. La pantalla no es libre, sin embargo sus personajes hablan y actúan como si lo fueran, la pantalla no piensa, pero puede parecerlo, porque de los labios de los personajes que en ella se reflejan aparecen voces inteligentes que hablan, pero la pantalla, no dice nada, no piensa, es alguien desde fuera que proyecta eso en ella. Lo peor de los “hombres pantalla” es que con este sistema se pueden formar grandes cantidades de personas que todas piensen y digan lo mismo, porque un mismo “proyector” emite la misma información sobre cada uno de ellos. Y así hemos venido a convertirnos en meros números de una masa social, sin importancia ni relevancia ninguna. No piensen que con esto estoy promulgando todo lo contrario, es decir un individualismo totalmente desenfocado de la vida social, ni mucho menos. ¿Y qué tiene que ver esto con la humildad y con la mortificación? Queridos hermanos, esto tiene que verlo todo con la humildad y la mortificación.
La relación de esto que les acabo de contar con la humildad y la mortificación es evidente. Un acto de amor, es un acto propio de personas libres, y los hijos de San José si van por el camino de la humildad y la mortificación serán los hombres y las mujeres más libres que existen en la tierra, y los hombres y las mujeres que más Amor tengan. Pero hemos de ser capaces de salir de este rol, de este juego, en el que se nos dice lo que hemos de pensar y decir. Uno de los frutos que logran las personas que desean encaminar su vida hacia Cristo, es la libertad verdadera. Dicho de otra manera, una de las capacidades que posee el amor a Jesucristo es librarnos de las garras del mundo en el que vivimos. El mundo pagano se pone nervioso cuando ve diversidad, porque no les da estabilidad, nosotros, en cambio hemos de aceptar los bienes que Dios da a cada uno, los dones que nos da Dios, que son muy diversos. Naturalmente que tiene que haber unidad, pero no univocidad. Ha de haber unidad en la diversidad de dones que Dios envía.
El primer paso para poder acercarnos a Cristo y salir de esta esclavitud en la que muchos estamos es vivir con humildad y mortificación nuestra existencia, y esto con el espíritu del Cristo, del Redentor. El catecismo de la Iglesia católica nos enseña El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas, que conducen a vivir en verdadera libertad, siendo fieles a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.
Mortificarse quiere decir, negarse a vivir según las inclinaciones desordenadas que nuestra naturaleza tiene, y empezar a vivir únicamente de los influjos del Espíritu Santo. Mortificarse quiere decir, ofrecer pequeños y grandes sacrificios para lograr la conquista más grande, la de la propia persona, y tras conseguir posesión tan preciada, poder ofrecérsela a Dios, Nuestro Señor, si somos “hombres pantalla”, no somos dueños de nosotros mismos, y no podemos ofrecer a Dios nuestro ser, porque no nos pertenece. Mortificación quiere decir, por ejemplo, ayudar a los hermanos, cuando no me apetece, cuando quiero un rato para mi y para mis cosas, mortificación quiere decir, vivir con alegría nuestra existencia, entregándonos al Señor, por medio de sacrificios, como el dejar de tomar una taza de café, cuando me apetece, o hacer un poco más de oración un día. Mortificación quiere decir desprendimiento de las propias comodidades corporales, en bien de una comodidad espiritual mayor, que sin duda acabará desembocando en un estado general de alegría, de confianza en Dios, es tan poco lo que hacen las almas mortificadas, y es tan grande el premio que consiguen, que parece una incoherencia no ser mortificados, no ser humildes. Piensa que los anhelos más profundos que tienes en tu alma los lograrás conseguir, de forma ordenada, teniendo un alma humilde y por tanto mortificada. A veces nos centramos en mil proyectos que no están a nuestro alcance, y nos olvidamos de los proyectos más profundos que el Corazón de Dios tiene para con nosotros, Dios espera mucho de vosotros, porque Dios os ama, con amor de Padre, y así como un padre espera y quiere lo mejor para un hijo, el Padre del cielo, que es tu verdadero Padre, espera de ti muchas cosas grandes.
No nos quedemos con la primera parte de la historia, no nos quedemos únicamente con ser humildes, hemos de practicar la mortificación, sino, nuestra alma no será nunca verdaderamente humilde. Con este trabajo, de la mortificación y la humildad estamos preparando para Dios un alma en la que podrá obrar maravillas, que solo el pensamiento de un Dios es capaz de imaginar. Recuerdo el ejemplo de tantos santos que anduvieron por esta senda, el testimonio que nos dan es que sentían en lo profundo de su corazón el Amor de Dios, era tan grande este amor que sentían que imaginaban que morían de Amor. Dios habita en las almas humildes y sencillas, Dios se complace en hacer su posada en las personas que están dispuestas a amar, pero recordemos, que el ABC del amor, empieza por estas dos hermanas: Humildad y Mortificación.
No lograremos vivir una existencia completa, sin un abandono, en las manos de Dios, Dios nos quiere transformar de arriba abajo, para que podamos decir, de nosotros mismos: “No vivo yo, es Cristo quien vive en mi”, si somos “hombres pantalla”, nunca podremos afirmar esto, deberemos decir: “No vivo yo, es el mundo quien vive en mi” y me dice lo que he de pensar y querer. Si estamos dispuestos a perderlo todo por Cristo, lo ganaremos todos, si vamos por la senda de lo que no quiero, llegaremos a tenerlo todo, porque el premio final es el mismo Cristo, y todo lo bueno, y lo verdadero, y lo bello que hay en el mundo, está en su corazón guardado, como un tesoro.
Hermanos, Hijos de San José, me imagino el día, que ha de llegar, en el que de nuestra asociación salgan los hombres y las mujeres más libres del mundo, y esto sólo podrá ser el día que en nuestra asociación habiten los hombres y las mujeres más humildes y mortificadas del mundo, no penséis que os pido esto, para el bien de la asociación, pues esta solo es un medio y no un fin, os pido esto por amor de Dios, para que Dios sea cada vez más amado, y querido por todos vosotros, la asociación solo es un medio, un puente, para Dios, y los puentes, se pisan y se usa, y cuando no sirven se construyen unos nuevos. Ahí está la verdadera grandeza de la Asociación, en que somos capaces de colaborar con Dios en su afán de lograr muchas almas que se entreguen a su servicio, mientras sigamos sirviendo para esto, seguirán existiendo los Hijos de San José, el día que nos convirtamos únicamente en una entidad social, habremos perdido la grandeza que hoy tenemos.
Muchas gracias por vuestra atención hermanos, que Dios os pague todas vuestras oraciones y sacrificios. Os pido de manera muy especial que recéis por mi para que sea un alma humilde y mortificada, y sea capaz de soportar la cruz que el Señor me envía cada día, contad con mis oraciones por vosotros y por vuestras intenciones.
Marcos Vera Pérez
Presidente de JSJ – HSJ
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