Carta mes de diciembre de 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Os escribo en este mes de Diciembre con la alegría de poder felicitaros la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios en Belén, el esperado, el Salvador, pero a la vez os escribo con la tristeza de saber del fallecimiento de nuestro hermano Jon, uno de los pobres a los que atendíamos en las calles. Una de sus últimas alegrías fue el poder asistir a la peregrinación a Montserrat y seguramente poder acercarse al sacramento del perdon de los pecados, y el participar de la Santa Misa celebrada por el Cardenal Raymond Leo Burke. Un día para él lleno de alegría que pudo compartir con todos nosotros en el momento de la comida de fraternidad de la que pudimos gozar durante nuestra estancia en el Santuario de la patrona de Cataluña.
Jon vivió pobre, vivió en la calle, al igual que nuestro Señor Jesucrito, cuando vino a la tierra, Jon no tenía una cama donde reposar, no tenía una casa en la que descansar, al igual que nuestro Señor, Jon murió solo, Cristo tenía el consuelo, en el momento de la cruz, de las santas mujeres, de Santa María, y estoy seguro, que Jon también pudo gozar de esa presencia en el momento de su muerte.
Jon no tenía nada, no tenía posesiones, no tenía riquezas, no tenía bienes en general, más que las limosnas que podía conseguir en su andadura por las calles, o más que lo que podía ganar con la recolección de chatarra y cartones. Cristo tampoco gozaba de estos bienes, Cristo vino pobre, a los pobres. Cristo vino a anunciar la esperanza, la Noticia de Salvación del hombre a gente como Jon. Y siento una gran lástima por ver que los cristianos nos encerramos muchas veces en nosotros mismos, en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestras pequeñas comunidades y olvidamos el deber de salir a la calle a buscar a los cientos y cientos de personas como Jon que quieren creer, que quieren esperar en Dios, que quieren amar a Dios, y no pueden creer, ni esperar, ni amarlo, porque los que deberíamos salir a anunciarles esa noticia, pasamos las horas libres, con nuestros hobbies, con nuestras cosas, con nuestras preocupaciones. Y mientras hay hermanos nuestros que mueren de hambre, que mueren de frio, que muere de soledad, que mueren con un alma seca, con un alma muerta, porque los que tenemos la luz del Evangelio, los que gozamos, por pura Misericordia de Dios, de la luz Evangélica, preferimos guardar la luz debajo de la mesa para que no sea vista.
Os lo digo con el corazón en la mano, es necesario que no haya más personas como Jon, que no conozcan la profundidad del mensaje del Señor. Cristo quiere ser amado a través de ellos, de los pobres, de los que no tienen nada. No podemos convertir nuestra fe, en una fe de clase media, que sólo siguen aquellos que tienen cierta posición económica. El Señor se lo dice a Juan, a través de aquellos discípulos que le van a preguntar, si Él es el Salvador, el Mesias, el Señor, y la respuesta de Jesús es clara, Decid que el Evangelio se predica a los pobres, y mi pregunta es, ¿Se predica, realmente, hoy día, el Evangelio a los pobres? Y no quiero caer en un falso profetismo, ni en un falso populismo que están muy de moda hoy día, quiero caer de lleno, más bien, en la plenitud de la doctrina de Cristo. No creo en una acción apostólica respecto a los más necesitados, sin una profunda vida de contemplación, de mística y de ascética. No creo en una opción sincera por los pobres que no conlleve una opción firme por la vida de la gracia y de los sacramento. No creo en una acción apostólica solida hacia el hermano crucificado en la pobreza y en la soledad, sin una humildad mortificada.
No quiero cristianos cuyos compromisos se resuelvan en ir a la misa dominical, y en rezar algunas oraciones de piedad a la semana. No quiero cristianos cuyos compromisos apostólicos se resuelva en dar de comer una vez al año al hambriento, o en hacerlo más a menudo, pero sin la compañía de un corazón que ha sentido en lo profundo de la cueva de Belén y en lo alto del monte Tabor, el sufrimiento del Corazón de un Dios, que tanto ha amado al mundo, que a pesar de sus muchos “compromisos”, ha encontrado tiempo para dejarlo todo, e ir a salvar al hombre de la esclavitud que vivía. Quiero corazones que broten de alegría, que vivan su fe con la esperanza de San José, con el amor de Santa María, quiero corazones limpios para que sus dueños los puedan entregar al Señor de Señor, al Señor de la Misericordia y del Amor.
Jon ha muerto, y ha muerto sólo. Y gracias a algunas almas generosas poco antes de morir se pudo encontrar cara a cara con Dios en ese Santuario, en el que la Santísima Virgen María, esposa de San José, le mostró la Misericordia y el Amor de Dios. Os pido que ofrezcáis misas y rosarios por el alma de este hermano nuestros, de este miembro de nuestra familia de San José. Entristeceos, porque un miembro de nuestra familia ha partido, pero que esa tristeza se vuelva oración por su alma, para que el Señor lo tenga ya en su gloria.
En estos momentos cercanos a nuestra campaña de Navidad, a favor de los más necesitados os quiero pedir vuestra ayuda, en estos momentos difíciles para todos, sé que muchos de vosotros, con vuestros sueldos estáis manteniendo a varias familias, lo sé y os lo agradezco, en nombre de nuestro padre San José, que ve con gozo estos gestos de caridad que hacéis, pero me veo obligado a pediros vuestro auxilio económico por pequeño que sea, estamos pasando momentos difíciles en lo que concierne a lo económico, si bien, en honor a la verdad, hemos de decir, que a nivel espiritual, creo estamos mejor que antes. En algunas ocasiones se me acercan personas y me preguntan ¿Cuánto hay que dar? Y mi respuesta es la de siempre, da hasta que te duela, y ofrece ese sacrificio por el bien de tu alma y la de los tuyos.
Estimados hermanos, hijos de San José, nunca os he pedido una ayuda así a través de nuestras cartas mensuales, os pido disculpas si alguno se siente ofendido, y le ruego, que en tal caso me lo comunique y no volveré a hacerlo, pero si queremos mantener la inmensa labor caritativa que estamos realizando, es necesario que pida.
No quiero alargarme más en esta carta, os pido en resumen, que seáis verdadero amantes de Cristo, verdaderos hijos e hijas de San José, el Señor espera mucho de nosotros, no le defraudemos y salgamos siempre adelante, con la fuerza que nos da la gracia y el sabernos hijos de Dios, pues lo somos,
Marcos Vera Pérez
Pres. Hijos de San José
[email protected]
649.873.833
Pido oraciones y sacrificios, ofreced la Santa Misa, rezad el Santo Rosario por el alma de Jon. Que el Señor lo acoja en su seno. Y goze cuanto antes de la visión beatifica.