Carta mes de junio 2015
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Llega el mes de junio, que lo dedicamos al Sagrado Corazón de Jesús. Me gustaría hablaros del Corazón de nuestro Dios. En primer lugar hemos de entender qué quiere decir «Corazón» para nosotros, que nos enseña la Biblia sobre esta palabra. Por ejemplo, en el libro de los Salmos 73,26 se dice: Mi carne y mi corazón se consumen y en el libro de Jeremías 31,33 se dice: pon mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Parece, por tanto que cuando la Sagrada Escritura habla del «Corazón» se refiere a lo más interior del hombre, incluso a la totalidad del hombre, con sus pensamientos, sus amores y desamores y sus pasiones. Es el centro del hombre, lo más hermoso y lo más grande que hay en el hombre. San Roberto Belarmino así nos lo confirma, el corazón en la biblia es el alma, el hombre interior. «Por lo cual -concluía el santo obispo y doctor de la Iglesia, no es de maravillar si se atribuyen al corazón actos, así del entendimiento como de la voluntad, hallándose una y otra facultad en el hombre interior”. Y finalmente hemos de concluir que el Corazón de Jesús lo que nos muestra son las riquezas incalculables de la vida interior de Cristo.
Me gustaría hablaros un poco de los sentimientos de este corazón a la luz de la revelación, a la luz de lo que la Iglesia nos enseña, hagamos una especie de radiografía al alma de Cristo, radiografía que será posible realizar porque Él nos la ha dejado dibujada en las Sagradas Escrituras, las cuales son eso, ni más ni menos, una radiografía del alma, del corazón de Cristo.
- Hebreos 5,2: y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. El Corazón de Jesús es compasivo, siente compasión hacia el ignorante y el extraviado. Por eso Benedicto XVI nos dice para la carta a los Hebreos un elemento esencial de nuestro ser hombre es la compasión, el sufrir con los demás: ésta es la verdadera humanidad. La compasión sufrir con los demás. El mes de junio que sea eso, un sufrir con los demás, acompañarlos en sus miserias. No es suficiente con decir a los demás lo que está mal, no es suficiente con decirle a uno «Esto no lo puedes hacer, por estas y aquellas razones», es necesario, que acompañemos al hermano en su sufrimiento. Si vamos en coche y encontramos a un motorista tirado en la carretera, lo que no podemos hacer es bajar del coche y explicarle como se llega al hospital más cercano, porque lo más seguro es que con esa indicación nunca llegue, si vemos a un motorista tirado en la calle, hemos de quedarnos junto a él, y ayudarlo a llegar a un hospital llamando a la ambulancia para que venga a curarlo, y hasta entonces atendiendolo en todo lo que necesite. Sintamos compasión como la que siente el Corazón de Jesús, y no una compasión burguesa, ensuciémonos las manos por ayudar al hermano.
- Hebreos 5, 7: El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente. En efecto -según afirma Benedicto XVI-, Jesús, en tanto que Sacerdote, “lleva realmente este grito de la humanidad a Dios”.De este modo, es patente que “las lágrimas de Cristo, la angustia del Monte de los Olivos, el grito de la cruz, todo su sufrimiento no son algo añadido a su gran misión. Precisamente de este modo él ofrece el sacrificio, actúa como sacerdote”. Por tanto la oración es lo que nos enseña este Corazon. La vida de Cristo fue una oración constante, tanto de alma, como de cuerpo, desde su alma ofrecía a Dios oraciones por todos nosotros, y ofrecía los sufrimientos de nuestros pecados, y con su cuerpo ofrecía oraciones en forma de sacrificios que subían como incienso hasta el cielo. Hemos de ser como Cristo, hemos de imitar a ese Corazon, que ora con cuerpo y alma. Hay muchas almas dispuestas a orar por los pecadores, pero pocas dispuestas a sacrificarse por ellas, y sin el sacrificio nuestra oración es incompleta, le falta algo, anda coja. Imagináos una madre que ama mucho a su hijo, es una madre que todos dirían que es ejemplar, pero cuando el amar a su hijo implica sacrificio y renuncia, prefiere no seguir ese camino, a todas luces no sería una buena madre, pues una madre no ahorra en sacrificios por su hijo. Nuestro amor a Dios, a de ser así, pues así nos lo enseña Cristo con su ejemplo. La vida de Cristo fue una oración constante desde su alma, y un sacrificio constante, una cruz constante desde su cuerpo.
- Y ahora viene el punto dificil, el Papa Benedicto XVI nos dice que en la carta a los Hebreos toda esta compasión se resume y recapitula en el término “obediencia». Obedecer, que palabra tan pasada de moda, tan poco amada, y sin embargo, encierra toda la profundidad del Corazón de Jesús. En nuestro tiempo la obediencia parece alienación, una actitud servil. Uno no usa su libertad, su libertad se somete a otra voluntad; por lo tanto, uno ya no es libre, sino que está determinado por otro, mientras que la autodeterminación, la emancipación sería la verdadera existencia humana. En lugar de la palabra “obediencia”, nosotros queremos como palabra clave antropológica la de “libertad”. Pero considerando de cerca este problema, vemos que las dos cosas van juntas: la obediencia de Cristo es conformidad de su voluntad con la voluntad del Padre; es llevar la voluntad humana a la voluntad divina, a la conformación de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. (Benedicto XVI) Así es, por el camino de la unión de su voluntad con la voluntad de Dios, es decir, por el camino de la obediencia Cristo realiza la salvación del hombre. En otras palabras, en su obediencia al Padre, Jesús realiza la divinización del hombre. el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad.“¡Porque la voluntad de Dios no es una voluntad tiránica, no es una voluntad que está fuera de nuestro ser, sino que es precisamente la voluntad creadora, es precisamente el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad. Dios nos ha creado y somos nosotros mismos si actuamos conforme a su voluntad; somos así entramos en la verdad de nuestro ser y no estamos alienados. Al contrario, la alienación tiene lugar precisamente si nos apartamos de la voluntad de Dios, porque de ese modo nos apartamos del designio de nuestro ser, ya no somos nosotros mismos y caemos en el vacío. En verdad, la obediencia a Dios, es decir, la conformidad, la verdad de nuestro ser, es la verdadera libertad, porque es la divinización. Jesús, llevando el hombre, el ser hombre, en sí mismo y consigo, en la conformidad con Dios, en la perfecta obediencia, es decir, en la perfecta conformación entre las dos voluntades, nos redimió y la redención siempre es este proceso de llevar la voluntad humana a la comunión con la voluntad divina”. Y eso lo realiza por la compasión de su Corazón, que debemos imitar. Particularmente en este mes a Él dedicado (P. José María Serra, mcr)
A raíz de estos tres puntos en los que os he hablado de los sentimientos del Corazón de Jesús, os quiero recomendar tres prácticas para este mes de junio, con las cuales, poco a poco iremos entrando en plena sintonía con el Corazón de Cristo.
Primera práctica: Realizar obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. Las obras de misericordia corporales son las siguientes: 1. Dar de comer al hambriento, 2. Dar de beber al sediento, 3. Dar posada al necesitado, 4. Vestir al desnudo, 5. Visitar al enfermo, 6. Socorrer a los presos, 7. Enterrar a los muertos. Las obras de misericordia espirituales son las siguientes: 1. Enseñar al que no sabe, 2. Dar buen consejo al que lo necesita, 3. Corregir al que está en error, 4. Perdonar las injurias, 5. Consolar al triste, 6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás, 7. Rogar a Dios por vivos y difuntos.
Segunda práctica: Participar de la Santa Misa cuantos más días mejor, y hacer horas de adoración al Santísimo Sacramento del altar. De manera especial en este mes de junio es costumbre rezar unas oraciones. En la carta de este mes os incluimos las hojas del mes de junio con las oraciones que se han de rezar cada día.
Tercera práctica: Aprender a obedecer, ¿Y cuál es el camino de la obediencia? sólo hay uno obedecer. Obedeciendo se aprende a obedecer. Y los que a veces, por circunstancias diversas de la vida le toca mandar, que mande obedeciendo la voluntad de Dios, que mande con compasión y misericordia. De esta manera todos estaremos obedeciendo a Dios. En otra carta trataré más concretamente esta virtud de la obediencia para que sepamos entenderla. Por tanto, los trabajadores obedezcan con alegría a sus jefes, los parroquianos obedezcan con gozo a su rector, los alumnos a sus maestros, los rectores a sus obispos, y jefes, rectores, maestros y obispos obedezcan a Dios Padre, y así mandarán obedeciendo.
Recordemos una última cosa, la devoción al Inmaculado Corazón de María, es el camino que Dios ha puesto para llegar al triunfo del Corazón de Jesús, sabremos, por tanto si somos verdaderamente devotos de María, si cada día más nos acercamos a los sentimientos de su hijo, que son también los suyos.
Muchas gracias por vuestra atención, gracias por haber dedicado vuestro tiempo en leer este escrito que os envío con todo mi corazón deseando que sea un bien para vuestras vidas,
En unión de oraciones,
Marcos Vera Pérez
Presidente de Jóvenes e Hijos de San José
649.873.833
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