Como lo dicen muchos, que los maten
La verdad no se defiende con el número. El número no justifica nada más que lo que un número puede justificar, es decir, una cantidad. El número no justifica verdades. Una mentira dicha mil veces, por el mero hecho de ser dicha mil veces, no la hace más verdad, aunque quizá si la haga más creíble para mentes adoctrinadas, y esclavas de una ideología concreta.
El número no da más razón a alguien o se la quita, en el caso de ser un número menor, por lo menos cuando nos referimos a verdades absolutas. Quizás en otro ámbito de cosas el número pueda influenciar, pero en el orden ontológico, en el orden de aquello que es verdad, falso, bueno, malo, el número no influye. El número en nuestras sociedades puede dar el poder de gobernar a unos o a otros, pero ni unos ni otros reciben más bien o más mal del que tenían por el mero hecho de ser apoyados por más o por menos, lo que son eso son, digan lo que digan de ellos, unos miles o unos millones. Y un gobierno que acepta una ley como la del aborto no recibe más bondad, por el mero hecho de ser apoyado por unos cuantos millones de personas. Un gobierno así es nefasto.
Pues si un gobierno así es nefasto, y si viviéramos en una etapa de verdadera libertad según el orden (pues para que queremos libertad, sino es para conseguir orden; y paz claro está, pero la paz, recordémoslo, no es otra cosa que tranquilidad en el orden) sin que nos escupieran, sin que nos tirarán piedras, sin que nos insultarán, sin que nos pegarán, como sucedió el pasado 28 de diciembre en Barcelona, en la Marcha de la Vida que organizó Jóvenes de San José, podríamos decir cosas como estas:
- Que el aborto es un asesinato, dónde se mata a un niño, a una persona humana.
- Que el verdadero implicado en un aborto no es la madre, es el hijo, el bebé que lleva en su vientre. Que el derecho a decidir, por tanto, no hay que dirigirlo a la madre, sino al niño.
- Que el bebe concebido, pero no nacido, es sujeto a derechos, pues la naturaleza humana confiere derechos, y un gobierno justo y recto, debe garantizar también esos derechos, con la misma fuerza que garantiza los derechos de los demás ciudadanos, pues es cierto que somos hombres, personas humanas, antes que ciudadanos. Y de hecho el fundamento de todos nuestros derechos es la naturaleza humana.
- Que el no nacido posee libertad, libertad que tiene como fundamento la verdad, y no la opinión de la madre, o de la mayoría, que esa libertad si se la deja crecer aprenderá a amar, a querer, aprenderá a equivocarse y a rectificar.
No podemos obligar a pensar a la gente que la torre de Pisa está inclinada, no podemos obligar a la gente a aceptar que el teorema de Pitágoras es el que es, y esto no en virtud de su libertad, pues si piensan que la torre de Pisa no está inclinada, o si piensan sobre el teorema de Pitágoras algo diferente a lo que el teorema es, no serán libres, sino esclavos de la mentira. Y esta situación de cosas no la cambiaría el hecho de que un millón de personas se reuniera en el Duomo de Pisa y decidiera que la torre está recta, pues la torre continuaría estando inclinada y un millón de esclavos llenarían las calles de la ciudad italiana.
Es posible, que hoy día no podamos acabar con la ley perversa del aborto, pues es cierto que no tenemos el poder, el gobierno no está en nuestras manos, y todo apunta a que así seguirá siendo; ellos, los abortistas, lo tienen todo, tienen los medios, tienen el poder, tienen toda la tecnología y medios de comunicación masivos a su alcance para propagar esta insalubre idea, de que el aborto beneficia a alguien, en algún momento dado, y que por muy trágico que pueda ser, no podemos negar este derecho a quien con total libertad lo solicite; sin embargo, aun gozando en su poder de todos estos medios, los abortistas hay una sola cosa que no tienen, que les falta, y que a la vez trasciende todo lo que tienen, lo trasciende porque va más allá de todo ello, ellos no tienen la razón, la razón la tenemos nosotros, por lo menos cuando decimos no al aborto y sí a la vida. Y si la verdad es como un río, podríamos decir que ha sido desviado el cauce de ese río, con todo ese potencial tecnológico en las manos no adecuadas. Pero a pesar de esto, la historia y el sentido común nos enseñan que todo, tarde o temprano, retorna a su cauce.
A nosotros quizás no nos toca ganar la guerra, ni siquiera nos toca quizás ganar estas pequeñas batallas, lo único que se nos pide es que luchemos, con o sin frutos, pero que luchemos unidos en la defensa de la vida, y que si no hay frutos, por lo menos que no sea porque no sabemos luchar o porque luchamos mal, pues lo hacemos separados y cada uno a la suya. Nos toca tirar adelante, dar testimonio, no dejar de ser la voz de los que no tienen voz, porque son nuestros niños, porque son nuestros pequeños.
Marcos Vera Pérez
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Legislar es muy difícil. En este caso se trata de decidir cuándo una persona llega a serlo. Los antiabortistas decís que es en el momento de la concepción y los abortistas ponen una fecha límite, persuponiendo que antes no es persona. Solo podemos funcionar mediante hechos, mediante comprobaciones, mediante la ciencia.
El tema es complicado, pero la ley que prohibe basándose en una creencia termina, históricamente, perdiendo.
Restringir el aborto mediante ley es para pobres pues a la niña de papá, o a la trabajadora, le basta con pasar un fin de semana en cualquier país de Europa para finalizar su embarazo, excepto en España, claro.
Dices: …ellos no tienen la razón, la razón la tenemos nosotros,…
Vale, fundaméntalo. Y si no lo consigues basar en algo real y comprobable, ¿quieres hacer una ley basándote en la fe? ¿Y los que no creen en nada?
Encargaremos a un científico que escriba un artículo con la información que nos pides. Le pediremos que se base únicamente en lo que dice la ciencia, y no las opiniones o las ideologías concretas.