Por sus frutos los conoceréis
Desde hace algunos años he oído hablar mucho sobre el Camino Neocatecumenal, sobre su Liturgia, sobre sus Estatutos, sobre muchas cosas; a gente que, después de profundizar con ellos, he descubierto que no conocían nada, o al menos era todo superficial, sobre el Camino.
En los últimos seis años he compartido aula universitaria con muchos de sus miembros. Tanto en Nules como y, sobre todo, en el Seminario de Castellón, pude constatar la firmeza de sus virtudes, lo heroico de sus decisiones y la ignorante estulticia de los que critican lo que no saben. He recibido clases de Derecho Canónico de un maestro que ha sido uno de los autores de los recientemente aprobados Estatutos.
Cristo nos decía en el Evangelio: “Por sus frutos los conoceréis”. ¿Qué se sabe del Camino?. En la Diócesis de Cuenca ya marcharon varias familias, una de ellas con más de diez hijos a las Misiones, en Madrid, muchos cambiaron su residencia para irse a Evangelizar zonas menos cristianas de la capital de España… Y yo me pregunto: “Aquellos que les critican: ¿tienen envidia?”.
Una señora, Madre de una familia de la huerta del Segura, soñaba hace ya muchos años que una de sus hijas se casaría con un rey y no necesitaría traje de novia. (Habrán intuido los lectores que pertenece al Camino Neocatecumenal, junto con su marido y sus muchos hijos).
Al ir casando a sus hijas iba perdiendo la esperanza. La boda de Débora fue una “desilusión”. Ella se había imaginado que aquel sueño era el vaticinio de que Dios llamaría a una de sus hijas a la Vida Consagrada. Ya no tenía más hijas por casar… bueno sí; faltaba Myriam, pero era una bala perdida. Vestía como hyppie, y era la menos devota, podríamos decir, la menos religiosa.
Un día a Myriam le regalaron una vida de Sta. Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Carmelita martirizada por los nazis y canonizada por S.S. Juan Pablo II. La había escrito D. Florencio, un humilde sacerdote, capellán de monjas… Myriam la leyó con ilusión y, al terminar su lectura… Al terminar su lectura, llamó a información de Telefónica para que le dieran algún teléfono donde poder ir a rezar.
La operadora le dio el teléfono del Carmelo de la Encarnación de Ávila y la muchacha, con dos amigas, se fue a pasar unos días. Al volver del Retiro murió Juan Pablo II. Cambió de maletas y se fue a Roma en una furgoneta alquilada. Al pasar ante el cuerpo del Santo Padre, oyó interiormente: “No tengas miedo, el Carmelo es tu sitio”.
Myriam dudaba, aquella voz… Era la voz de Dios. ¿Quería Dios, realmente, que fuera Carmelita Descalza como Edith?. La respuesta no se hizo esperar mucho. La primera homilía de S.S. Benedicto XVI fue el aldabonazo.
Hoy, en el convento de la Encarnación de Ávila, la hermana Myriam de la Sagrada Familia puede oír, siempre que quiera, los sabios consejos de D. Florencio, el autor del libro. Gracias Padre Capellán, gracias Camino Neocatecumenal, gracias a la Providencia por la Telefónica, gracias a la madre de los sueños, y: “No lo olviden, un árbol malo, no da frutos buenos”.
P. Antonio María Doménech Guillén, MCR
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