Vida sobrenatural
San Claudio de la Colombiere decía que: “Más honra a Dios una solo Misa que todas las demás obras por fervorosas que sean”. Y San Pedro Julián afirmaba que “Las Santas Misas, que renueva la inmolación del Salvador y nos aplica personalmente todo el mérito de la cruz, es el acto más excelso, más santo, más meritorio para el hombre y más glorioso para Dios”. Participar, pues en la celebración de la Santa Misa, con las disposiciones que enseña nuestra santa Madre Iglesia, es fomentar y acrecentar del modo más perfecto posible la vida sobrenatural, la santidad.
La disposición principal para participar en la Santa Misa es unirnos con humildad y confianza a Cristo nuestro Señor y a su Santísima Madre, la Virgen María. La unión más profunda entre Jesús y el alma se realiza en el momento de la Comunión, en la que el fiel recibe devotamente el cuerpo, alma, sangre y divinidad de Jesucristo. Así el alma en gracia se convierte en templo vivo de la Santísima Trinidad.
En la Santa Misa se sacrifica la víctima, Cristo, que recibimos en el sacramento de la Comunión. El sacrificio se ofrece directamente a la gloria de Dios y el sacramento tiene como fin la santificación de las almas. El sacrificio de la Santa Misa y la Comunión son alimentos necesarios para nuestra vida sobrenatural.
El sacrificio de la Santa Misa da gloria a Dios de modo perfecto. Pues Cristo se ofrece como víctima a su Padre celestial por medio del sacerdote. Participando fervorosamente en la Santa Misa, damos a Dios toda la honra y el honor que se le debe y del modo más perfecto posible, porque hacemos nuestra la adoración que Jesucristo da al Padre como víctima.
La Santa Misa es también sacrificio propiciatorio por el que ofrecemos a Dios una justa compensación por los pecados cometidos y nos perdona una parte de la pena temporal, debidas por vuestras culpas, en proporción a las disposiciones internas con las que se participa en el Santo Sacrificio del Altar.
La participación fervorosa en la Santa Misa alcanza de Dios todas las gracias que necesitamos para nuestra santificación porque, en la Santa Misa, nuestras oraciones se unen a las de Jesús sacerdote y víctima en el sacramento del altar que renueva su sacrificio del Calvario.
Santo Tomás dice que la Santa Misa llena el alma de todas las virtudes y da fuerzas a las almas para combatir a los enemigos. Ya lo decía San Juan Crisóstomo: “Volvemos de esa mesa (Misa) como leones espirando llamas, haciéndonos terribles al mismo diablo”.
Julián Ruiz Jarabo
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