…Y comenzó la Santa Misa de la Beatificación de Juan Pablo II
El fervor, el silencio, el recogimiento de aquellas gentes que habían venido dese Polonia, eran edificantes y ayudaban notablemente a aumentar la alegría, el gozo y la acción de gracias por poder estar allí. Comenzaron a salir los Cardenales, el Santo Padre, sobre el papa-móvil, pude hacerle una fotografía desde muy cerca, ya que pasó a escasos metros desde donde nos encontrábamos.
El Papa incensó el Altar y después del acto penitencial se leyó una biografía emocionante y muy bien seleccionada de los aspectos más relevantes de la juventud, sacerdocio, episcopado y papado de Juan Pablo II. Algunos aplausos destacaban los momentos más emocionantes de la vida, la referencia a los jóvenes, el amor a la Virgen… La Beatificación propiamente dicha y el establecimiento de la fecha de su celebración, el 22 de octubre fue seguido de un largo aplauso y de banderas al vuelo. Allí estaban contenidos miles de acciones de gracias, de súplicas, de recuerdos. En todos los rincones de Roma, y podríamos decir del mundo entero, millones de personas seguían la celebración en pantallas, en la televisión y en el corazón.
Al cabo de un largo rato, se pidió por megafonía que siguiéramos en silencio la celebración y que se recogiesen las banderas. Se llevó la reliquia del Santo Padre, la sangre extraída en una de las enfermedades del Papa, y después del ofertorio, tras el prefacio y el santo, toda Polonia se arrodilló para la Consagración, al menos la Polonia que yo tenía cerca, como ha sido siempre, como han hecho en su país desde siglos atrás, perseguidos, ocupados, en paz y en guerra… sin prácticamente nada de espacio nos arrodillamos como pudimos.
Comulgar fue mucho más difícil, debíamos andar saltando a personas que ya llevaban muchas horas de pie, andando por espacios mínimos que enseguida utilizaban otros para volver; mi mamá pudo comulgar, pero pase miedo de que cayera por algún empujón o por la mera presión de unos contra otros. Nunca había estado tanto rato entre tanta gente, tan apretado. Sabíamos que no podríamos volver al mismo sitio, así que cogimos todas las cosas y nos disponíamos a salir, cuando oímos que el Papa, antes de dar la bendición, se dirigía a los fieles en su propia lengua. A los diplomáticos en francés, a los polacos en último lugar pero de forma un poco más extensa… A nosotros nos dijo: Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial a los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y numerosos fieles, así como a las delegaciones oficiales y autoridades civiles de España y Latinoamérica: el nuevo beato recorrió incansable vuestras tierras caracterizadas por la confianza en Dios, el amor a María y el afecto al Sucesor de Pedro, sintiendo en cada uno de sus viajes el calor de vuestra estima sincera y entrañable. Os invito a seguir el ejemplo de fidelidad y amor a Cristo y a la Iglesia que nos dejó como preciosa herencia, que desde el Cielo os acompañe siempre su intercesión para que la Fe de vuestros pueblos se mantenga en la solidez de sus raíces, y la paz y la concordia favorezcan el progreso necesario de vuestras gentes. Que Dios os bendiga. Todas sus palabras fueron preciosas, vale la pena tenerlas y vivirlas; también y sobre todo, la cercana homilía, que daba a entender la sencillez de un amigo cuando habla de otro con admiración. Si pueden, no dejen de leerla.
Ya tocaba marcharse, trenes, aviones, autocares… El primer vuelo de la tarde de la compañía Vueling se había suspendido porque nadie había llegado al aeropuerto con el tiempo suficiente para embarcar. ¡No se lo pueden imaginar! Laus Deo.
P. Antonio María Domenech, mcr
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