Carta de septiembre de 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Os escribo este mes con la intención de hablaros de la humildad. Mirad, esta virtud se fundamenta en el conocimiento de uno mismo, en la realidad de uno mismo; saber cómo somos realmente, cómo hemos sido creados, cómo somos criaturas. Es decir, la virtud de la humildad se fundamenta en la realidad de nosotros mismos. Tenemos que hacer examen de conciencia y ver cuántas veces hemos pecado, hemos ofendido a Dios nuestro Señor, para ver cuán bajo hemos caído.
Un vicio contrario a la virtud de la humildad es la crítica destructiva a los hermanos, al prójimo. Pues así como la virtud de la humildad se fundamenta en el conocimiento de uno mismo, el vicio de la crítica se fundamenta en el conocimiento de los males (reales o imaginarios) que hacen los demás, para justificar la propia miseria. Es muy común escuchar comentarios como este “Yo ni robo, ni mato”. Y esto, que es digno de admirar, se fundamenta en el hecho de que hay muchos que roban y matan; pero la humildad no consiste únicamente en conocer el mal que no haces, sino el que haces, en el del bien que dejas de hacer por tus soberbias y perezas. Miramos a los que sí roban y sí matan para olvidarnos de la propia miseria, para disimularla y que no la vea nadie, ni si quiera yo mismo.
Pero hay muchas formas de crítica, es decir, de matar la fama de los demás; y me gustaría hablar de ellas para que todos podamos hacer examen de conciencia y pensemos si caemos en estas prácticas que nos alejan del vivir con fruto la vida de la gracia, que nos viene por los sacramentos.
Juicio temerario: de manera interna, sin tener para ello fundamento, admite como verdadero un defecto moral del prójimo.
Para evitar el juicio temerario, cada uno debe interpretar, en cuanto sea posible, en un sentido favorable los pensamientos, palabras y acciones de su prójimo:
«Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (San Ignacio de Loyola, Exercitia spiritualia, 22).
Maledicencia: sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran.
Calumnia: mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.
“La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad” (CIC 2479).
Fijaos que la maledicencia y la calumnia acaban con la justicia y la caridad, y si esto es así, la convivencia se hace imposible. Con estas formas de crítica, estamos acabando con los fundamentos de la vida social y comunitaria. Insisto, acabamos con los fundamentos de cualquier tipo de vida social y comunitaria, empezando por la vida familiar. Una familia que se ha malacostumbrado al cáncer de la crítica no es verdadera familia, aunque exteriormente lo parezca. En ocasiones, no es toda la familia la que cae en este vicio, sino un único miembro, y aún así ya notamos los males que esto produce. Imaginaos lo que sucede cuando que no es un miembro sino varios los que así se portan.
La crítica acaba también con la vida comunitaria religiosa. Nosotros, los Hijos de San José, somos una pequeña comunidad de amor. Si el amor deja de reinar entre nosotros, y abre sus puertas a la maledicencia, a los juicios temerarios y a la calumnia, esta comunidad morirá, igual que cualquier otra. Pido a Dios que nunca entre esto en la casa de San José, porque sin darnos cuentas estaríamos acabando con ella, y con sus fundamentos. Se acabaría la alegría en la fe, en todos los actos que realizamos, caeríamos en la monotonía, que llevaría a unos y a otros a olvidar porqué se hicieron Hijos de San José. Seríamos una familia, es cierto, pero una familia carcomida; por fuera parecería que estamos vivos, pero por dentro, en realidad, estaríamos muertos.
La crítica acaba también con la vida de la comunidad civil. Lo mismo que hemos aplicado a la vida familiar y la vida de la familia religiosa, hemos de aplicarlo a la vida civil. Hemos de procurar que este cáncer de la crítica no entre en nuestra casa. Perdonad mi insistencia, pero las consecuencias de este mal, que es capaz de acabar con la justicia y la caridad, es muy perjudicial para la vida propia y la de la gente que nos rodea.
Estimados hermanos, Hijos de San José, no seamos homicidas de la fama del prójimo, entremos por la puerta que lleva a la Santidad de las manos de San José y de Santa María, de ellos no se recoge ninguna crítica, ninguna mala palabra hacia el prójimo, ellos son modelos de perfección evangélica para todos nosotros, y por el puesto que la Providencia les ha querido dar en el plan de salvación de la humanidad, podemos decir que no hay verdadera santidad sin ellos.
En unión de oraciones, os llevo a todos en el corazón; permanezcamos unidos en Cristo, en la única fe, esperanza y caridad,
Marcos Vera Pérez
Presidente de Jóvenes e Hijos de San José
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