Carta mes de enero de 2015
Estimados hijos e hijas de San José:
Me dispongo a escribir esta carta con una gran alegría, pues ya hace poco más de un año que fundamos esta pequeña asociación de hijos de San José. Recuerdo aquella primera consagración como si fuera hoy y doy gracias a Dios por todos los que distéis aquel primer paso. Hoy también me viene a la cabeza la necesidad que tenemos de la oración, de rezar, de adorar. No hay verdadera vida, si no hablamos con el que es la Vida, no hay verdadera luz, si no hablamos con el que es la Luz, no hay verdadero camino que seguir si no seguimos al que es el Camino, no hay verdadero amor, sino hablamos a diario con quien dio su vida por nosotros.
La oración es la clave de nuestra vida:
- Vivimos angustiados por los miles de problemas que tenemos y buscamos soluciones donde no las hay. Rezad y encontraréis la paz, esa paz que nos viene de Cristo.
- Hemos perdido el norte en nuestra vida, ya no sabemos porque vivimos, no encontramos propósito en nuestra vida. Rezad y encontraréis la Luz al final del Camino.
- Hemos perdido toda esperanza y caminamos sin ilusión esperando a que llegue el final del camino. Rezad y encontraréis la verdadera agua que sacia al sediento para siempre.
- Las ilusiones de juventud se han difuminado y pensamos que hemos estado todo este tiempo perdiendo la vida en ideales inalcanzables. Rezad y encontraréis descanso en el que os Ama.
El que ama tiene el anhelo de hablar con el amado, y eso es rezar: hablar con Dios, quien sabemos nos ama. El que estudia a alguien lo conoce pero no tiene porqué amarlo. Los psicólogos escuchan la vida de muchísimas personas, las estudian y las analizan pero no por ello las aman. Muchas veces nos ha pasado esto a nosotros, hemos pensado que con saber la Biblia de memoria o haber leído el catecismo o saber toda la teología, ya está todo hecho. Y ello no es cierto. Naturalmente que hay que conocer la fe, estudiarla, analizarla; recuerdo las palabras del Padre Morales, SJ, que decía “Católico ignorante, pronto será protestante”. Sin embargo, insisto, no es suficiente con conocer la fe para amarla. Muchos la conocen para acabar con ella, otros la estudian por cultura, otros por conseguir un puesto de trabajo. Pero conocerla no implica amarla. Para amarla hay que orar, hay que rezar, los que aman a aquel de quien la fe nos habla, Cristo, el Señor, rezan, oran, adoran, lo alaban.
Ahora bien, la oración es un don de Dios, es una gracia que Él nos envía. Y los que no tengamos de Dios este don, ¿qué hemos de hacer? Vivir como si lo tuviéramos, esperando que Dios envíe su gracia. Como el árbol que da fruto hemos de actuar nosotros. El árbol año tras año da sus frutos, sin embargo, nadie se acerca a gustarlos, nadie se acerca a recogerlos, y aun así, nunca deja de darlos, «esperando» que el dueño lo vea, se enamore de ellos y se dirija a él para gustarlos y plantarlos. Así ha de ser nuestra oración.
Nuestra oración es el fruto de nuestra fe, hemos de esperar que el Señor se fije en ella, y venga a buscarlo y a saborearlo con nosotros.
El cristiano que no persevera en la oración, no será nunca un verdadero amante de Dios, no sabrá gozar de los bienes que Dios le envía.
Hace unos meses os escribía a propósito de la importancia de la Humildad y la Mortificación, hoy os doy el tercer elemento básico para nuestra vida: la oración. Humildad, Mortificación y Oración son como las tres patas de nuestra vida espiritual, si falta una de ellas el edificio se cae y entonces llegan los desengaños, las frustraciones… porque cuando el Amor marcha sólo el vacío interior se hace patente. Estimados hermanos, os animo a que perseveréis en la oración. No conozco a ningún cristiano que haya abandonado la fe y que antes de su abandono llevara una vida de oración seria. En cambio conozco a muchos que han dejado la fe y que nunca llevaron una vida de oración seria. Los males que vivimos en nuestros tiempos se solucionarían si la gente orara más. Acaso si oraran.
Hay movimientos católicos con mucha juventud, y podríamos pensar: Mira, ¡Cuántos frutos dan! Si no es una juventud orante, que alaba y sirve a Cristo, es una juventud muerta. Me quedo como antes, con las cuatro ancianas que desde hace treinta años no han dejado de rezar; aquellas que han salido al encuentro del sagrario abandonado. Los primeros hacen mucho ruido en la tierra, las segundas tienen el cielo “revolucionado”. Naturalmente que es necesario esos grupos de jóvenes que dirigen sacerdotes y seglares celosos de las almas, sacerdotes y seglares de vida orante, y sin duda esos sacerdotes los guiarán según el soplo del Espíritu Santo por el camino de la oración, de la humildad y de la mortificación. Pero si no avanzamos por este camino, hemos fracasado en nuestro intento.
Recuerdo la noche en cuatro vientos en la Jornada Mundial de Juventud en Madrid, junto a Su Santidad el Papa, ahora emérito, Benedicto XVI, donde millones de jóvenes adoraban al Señor en el Santísimo Sacramento del altar: ése es el camino, y nos lo marca la Iglesia.
Estimados hermanos rezad por mi perseverancia en la vida de oración. Os tengo a todos presentes cada día y rezo por vuestra perseverancia y para que crezca cada día más en nosotros el amor a Dios.
Marcos Vera Pérez
Pres. Hijos de San José
[email protected]
649.873.833
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