Carta mes de julio 2014
Estimados Hijos e Hijas de San José:
Os escribo en este mes de julio para hablaros de una de las virtudes teologales, la virtud de la fe. Si bien es cierto que la fe y la razón van de la mano, también es cierto que las razones de la fe son mucho mayores que las meramente humanas, es por ello, que normalmente la fe alcanza a ver cosas que la razón no ve. Esto no sucede porque estas sean contrarias, puesto que el autor de la una y el autor de la otra son el mismo Dios. Pero debemos entender que la fe y la razón son como una luz, que ilumina la vida del hombre. Y de la misma manera que hay hombre que tienen un mayor potencial racional, y que, a veces, no alcanzamos a comprender los que no tenemos dicho potencial, el potencial de la fe es infinitamente superior al potencial de la razón, y la causa es bien sencilla, el principio racional es meramente humano, mientras que el principio de fe es divino, la fe nos muestra directamente los pensamiento de Dios, nuestro Señor, mientras que la razón parte de un principio especulativo.
Nosotros hemos construido, sin darnos cuenta nuestra fe sobre elementos racionales, adornados con elementos de fe, llevamos, por tanto, una vida religiosa, pero no una vida de fe, la cual requiere fundamentar todos nuestros pensamientos, palabras y actos en lo que Dios, por medio de Jesucristo nos ha revelado, y no en principios de mero orden natural. Con esto no quiero afirmar que la razón sea contraria a la fe, sino, todo lo contrario, que hay razones mucho mayores en la fe que en la razón, y podríamos incluso decir, que es más racional la vida de la fe, que la vida que llamamos racional. Para que entendáis un poco lo que quiero decir, me gustaría poner un ejemplo, que a mi, de manera particular, me da mucha luz para entender esto. Recordad estos versículos del Santo Evangelio:
En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,1-4)
Según la actitud de aquel que fundamente su fe en razones meramente humanas aquí hay un error, porque esta mujer anciana ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir. Y nosotros si fundamentamos nuestra vida de fe en criterios no procedentes de la enseñanza del Evangelio, podemos acabar preguntándonos si no sería más conveniente que esta señora se quedara con esas dos monedas para subsistir, para poder comprarse un poco de pan. Jesús debería haber cogido esas dos monedas y habérselas devuelto a la señora. Sin embargo, una vida de fe profunda, no fundamentada en razones meramente humanas, sino divinas, es capaz de ver con mayor luz el acto de esta mujer. Y entre otras cosas sabe aquello que nos dice el Señor: Buscad, primero, el Reino de Dios y su justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura. Si nos hemos fiado, realmente de Dios, si trabajamos realmente por el Reino de Dios y su justicia, Dios nos lo dará todo por añadidura.
El justo vive de la fe. Muchas veces nos creemos justos, y pensamos que vivimos de la fe, pero realmente, si analizamos nuestra vida, nos damos cuenta que en realidad hemos edificado nuestra vida sobre razones humanas. El dicho popular, dice, “A Dios rogando y con el mazo dando”, este dicho se parece un poco a lo que estoy diciendo, es decir, pide a Dios todo lo que quieras, pero en el fondo eres tu el que construyes tu vida. Y esto no es así, tenemos que sentir que nuestras vidas están en las manos de Dios.
Recordando la reciente visita del Cardenal Burke a Barcelona, me ha venido un pensamiento que nos quiso transmitir, y que pienso que pega muy bien, con el tema que nos ocupa. El Señor Cardenal, nos hablaba de las familias numerosas, y nos decía, que el mundo actual, llama insensatos a aquellos padres que deciden tener una familia numerosa, son insensatos incluso para muchos católicos, que los señalan con la mano en actitud de juzgar, y diciendo en su interior, “no llevan una paternidad responsable”, no hay paternidad más responsable que aquella que se basa en la fe, no hay paternidad más responsable que aquella que sigue los criterios de Dios, y no de los hombres. Dios no abandona nunca a los que viven de la fe. Y si la fe, les lleva a tener una familia numerosa, esa familia no necesita padrinos, os lo aseguro, el mismo Dios, nuestro Señor Jesucristo la apadrina, para que no le falte de nada.
Muchas veces llegamos a una edad ya madura, habiendo construido toda nuestra vida en criterios humanos, y no en criterios de fe, lo peor de esto es cuando pensamos que realmente vivimos de fe, cuando en el fondo vivimos de una religiosidad edulcorada por razonamientos humanos. No quiero decir, que debamos vivir nuestra fe al margen de la razón, pues debemos utilizar los medios que Dios nos da, para llegar a la fe. Sin embargo, la razón es una luz tenue, la fe es una luz potente, nos da, por tanto, más seguridad al caminar, más amor al progresar, mas esperanza en la encrucijada. Con la razón, caminamos paso a paso, con la fe de un paso damos mil, o un millón. Con este último comentario no quiero confundiros, no penséis que hay una proporción numérica entre un acto de fe y uno racional, no hay proporción, es infinitamente superior el acto de fe, respecto del acto únicamente racional.
Pero no vivamos esta fe al margen de las obras, mirad la mujer del Evangelio, de la que hablábamos antes, acompaña su fe de obras, en este caso, de una limosna. La fe sin obras es fe muerta, se nos ha dicho en numerosas ocasiones. Pero si el principio de la fe es divino, las obras que proceden de tal principio también son divinas. Cualquier acto de fe, vale infinitamente más que un acto realizado por razones meramente especulativas, incluso un acto de fe imperfecto, en el que hemos dudado, por ejemplo, vale más que el acto especulativo más perfecto que se pueda hacer, y que de hecho, se haya realizado en esta vida. Es por ello, que el principal acto en el que el hombre de fe debe participar es el de la Santa Misa, porque aquí, el principio del obrar de la misa, tampoco procede de la mano del hombre, sino que la misa es toda ella obra de Dios, y Dios nos permite participar de esa obra suya, mediante la cual está haciendo todas las cosas nuevas. Estos deben ser los fundamentos de nuestra vida cristiana. Vivid la fe, pero no una fe muerta, sino nutrida de la acción, pero no cualquier acción, sino aquella, que nos dice la Sagrada Liturgía, que es “mysterium fidei”, es decir, aquella que es “misterio de la fe”.
Y así estaremos construyendo nuestra vida sobre roca, esa roca que es Jesucristo, y debemos llevar la potencia de ese principio de vida, que procede Dios y no de los hombres, a nuestra vida ordinaria, porque si vivimos de la fe, si la fuente que nutre nuestra vida es Jesucristo y su Iglesia, no debemos entregar nuestro corazón, al Señor, partido, sino que debemos entregárselo entero. La vida de la fe debe alcanzar hasta los rincones más escondidos de la vida del hombre. Pensad que de esta manera, fundamentando vuestra vida así, todo lo que hacéis, tiene un valor infinito, tiene buena repercusión en la eternidad, pues sois raza divina, nos dice San Pablo, participáis de la divinidad de Jesucristo, los actos que hacéis viviendo esta vida, sabiendo que toda ella es de Jesucristo, vale su precio, no en oro, sino en amor de Dios, ese amor que nos salva, ese amor que entregó su vida por nosotros.
El justo vive de la fe, y la fe nos es dada por el profundo amor que Dios nos tiene, y con amor hemos de responder a este don, no hay fe sin amor, así como no hay verdadero amor sin fe.
Me gustaría que meditarais estos versos de San Juan de la Cruz, que creo os pueden dar mucha luz para entender esta vida de la fe:
Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino
tanto volar me convino
que de vista me perdiese
y con todo en este trance
en el vuelo quedé falto
mas el amor fue tan alto
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista
y la más fuerte conquista
en escuro se hacía
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto
y fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba
dije: No habrá quien alcance.
Abatíme tanto tanto
que fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo
porque esperanza de cielo
tanto alcanza cuanto espera
esperé solo este lance
y en esperar no fui falto
pues fui tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance.
Marcos Vera Pérez
Presidente Jóvenes e Hijos de San José
Desde hoy estarán Vds en mis oraciones..es fantástico q sean jóvenes libres los q se comprometen en un Evangelio en acción!