Santa Bernardita Subirous
Nació el 7 de enero de 1844 en el molino de Boly, municipio de Lourdes ( Francia ) como primer fruto del matrimonio formado por Francisco Soubirous y Luisa Casterot, humildísimos molineros de oficio, de una honradez irreprochable, y de exquisita caridad. La familia, paupérrima, hubo de trasladarse varias veces de domicilio y pudo sobrevivir gracias a los esfuerzos extraordinarios de un trabajo agotador. En un cuchitril infecto y sombrío, en el que jamás penetraban los rayos del sol, malviven los Soubirous que jamás se quejan de su hambre y que evitan pedir limosna.
Bernardita apenas puede frecuentar la escuela y el catecismo. No sabe leer y le cuesta retener algo aunque se esfuerza mucho. Es particularmente piadosa y modesta. Por fin, consigue hacer la primera comunión en 1858, año de las apariciones que no describimos por ser soberanamente conocidas y por exigencias de espacio. Desde el 11 de febrero hasta el 16 de julio fueron 18 en total. En el curso de las mismas la Virgen María acude a bernardita, la hace su confidente, colaboradora, instrumento de su maternal ternura y de la misericordia omnipotente de su hijo para para restaurar el mundo de Cristo, con una nueva e incomparable efusión de la Redención. Son palabras textuales de Pío XII.
El mensaje de Lourdes se orientaba al rezo del Santo Rosario, ala penitencia reparadora, a la fiel conducta cristiana. Venía a confirmar, por otra parte, la definición dogmática de la Inmaculada Concepción por Pío XII, hacía cuatro años. El 18 de enero de 1862 el obispo de Tarbes reconoció oficialmente la autenticidad de las apariciones de la virgen en la Gruta y autorizó su culto público.
La señora a la que bernardita había visto era efectivamente la Virgen María.
La vidente ingreso en 1866 en el convento de las Religiosas de Nevers y profesó al año siguiente. Comienzan pronto las graves crisis de salud y por tres veces recibe el Sacramento de la Unción.
El 8 de setiembre de 1877 fallece santa mente. Antes de morir fijó sus ojo en una imagen de María exclamando llena de gozo: Yo la oí, yo la oí¡! Cuánto ansío volver a verla ! Resultaba conmovedor escuchar su oración de agonizante: Santa María, Madre de Dios, ruega por mi, pobre pecadora. El testimonio de Bernardita es impresionante destacado como rasgo distintivo una humildad evangélica a toda prueva. El recuerdo de la Santísima Virgen la acompaño siempre: Cuando se la a visto no se quiere nada con la tierra. Era consciente del favor recibido pero repetía: La Virgen se ha valido de mi. Después he quedado en mi sitio. Me siento feliz de estar en él y en él permanezco. En cuaderno intimo de Notas espirituales redactadas en 1874- dos años antes de morir- nos ha dejado el perfecto retrato de su alama extraordinariamente mariana. Bernardita Soubirous nos enseña a desarrollar la vida cristiana en estrecha comunión con la virgen, dejando que ella nos posea evangelice.
Andrés Molina Prieto, pbro
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