El reparto callejero de comida se populariza en Barcelona
Hace unas semanas, un grupo de voluntarios ponía en funcionamiento un comedor social en plena Rambla de Barcelona. La crisis, que azota a los que menos recursos tienen, ha impulsado a entidades y asociaciones a tomar medidas de ayuda urgente para que, al menos, puedan tener un plato de comida caliente.
Los jóvenes de San José, de la Parroquia de San Francisco de Paula de Barcelona, iniciaron en 2008 – año en el que la crisis empezó a ser noticia – un servicio de reparto de comida y ropa en diferentes puntos de la ciudad condal. El elevado número de personas que en los últimos tiempos viven bajo el umbral de la pobreza ha desbordado esta iniciativa y les ha obligado a organizarse mejor y a tener más voluntarios para atender el alud de peticiones. “Cada vez vemos más gente en la calle, muchos con trabajo hace unos años y ahora sin nada para comer”, relata Javier Saéz, miembro de la junta de esta asociación de jóvenes.
Dos sábados al mes –aunque reconocen que les gustaría reducir la frecuencia- realizan el reparto en la zona de plaza Catalunya y en la estación del Nord. A las nueve de la noche se realiza una reunión preparatoria en la parroquia, donde los 30 voluntarios, la mayoría de entre 15 y 20 años, se distribuyen las tareas.
Poco antes de la salida, reparten la comida el pan y los cubiertos que luego servirán en dos furgonetas. Un menú estándar consta de un plato caliente de lentejas, tortilla de patatas, fruta y yogur. Aparte, también proporcionan bocadillos que hace una pareja de voluntarios, un zumo y unas latas de conserva para que las guarden. Estos voluntarios adquieren los productos en supermercados y cuentan con algunas ayudas, como una panadería que les congela el pan de toda la semana y les da las pastas del día que no ha vendido.
A las 21.30h, cada vehículo parte rumbo a uno de los puntos de reparto. Edu, que es el conductor del vehículo de la ruta de plaza Catalunya, reconoce que “detrás del reparto hay muchas horas de trabajo para que todo salga bien”.
Son las 22h y más de 50 personas hacen cola en la confluencia de plaza Catalunya con Ronda Universitat a la espera de poder cenar. Los voluntarios bajan de la furgoneta y empiezan a montar unas mesas plegables para colocar la comida. “Los inicios fueron muy rudimentarios y repartíamos la comida en la misma furgoneta, pero se producían avalanchas”, relata Edu.
En primera fila se encuentra Marisol. Ha llegado al lugar hace más de dos horas y, aunque “por suerte” no vive en la calle, como ella misma dice, reconoce que necesita esta ayuda. “Los aprecio mucho y ellos me aprecian mucho a mí”, destaca. Y es que la compañía es lo más importante. “Aparte de darles alimentos, estamos aquí para escucharles y hablar con ellos, que es lo que realmente necesitan”, reconoce Saéz. En casos muy concretos, también han prestado ayuda a algunos de los que acuden a por comida, ya sea para acompañarlos a normalizar sus papeles, buscar un empleo o, incluso, en alguna ocasión han pagado alguna cuota del alquiler.
El improvisado restaurante abre sus puertas y uno por uno, y de forma ordenada, reciben los alimentos. La mayoría de beneficiarios van previstos de bolsas o carros de la compra donde guardan la mercancía.
Paralelamente, en la estación del Norte se observa la misma estampa, aunque con un número mucho más reducido de personas. Es por eso que, una vez finalizado el reparto, los voluntarios acuden a la cercana plaza de Fort Pienc, sede de una biblioteca y un centro cívico municipal y donde pernoctan una decena de sin techo. Allí distribuyen comida y ropa de abrigo.
Es casi medianoche. En plaza Catalunya han terminado ya de repartir la comida y en los alrededores de la estación de Norte ofrecen lo último que les queda. “Tomad este cartón de leche, es muy nutritivo”, dice uno de los voluntarios a una joven pareja que duerme en un colchón de matrimonio en el rincón de una plaza. Pero todavía queda la última tanda de reparto, la del “puerta a puerta”. Los voluntarios tienen localizados a sin techo en plazas y cajeros de la ciudad y se acercan a última hora de la noche para proporcionarles algo de comida.
Gracias a esta entidad, más de 200 personas se han podido llevar a la boca un plato caliente de comida esta noche. Como medida extraordinaria, y por la festividad de Semana Santa, el próximo sábado los jóvenes de San José volverán a salir a las calles de Barcelona para ayudar a los que más lo necesitan.
Por David Palacios
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Lee aquí la noticia orginal de La Vanguardia.
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